
Historiadores y periodistas colombianos están ignorando importantes analogías entre nuestros tiempos y nuestras aspiraciones y los de la época vivida por el país durante la administración de nuestro general, o presidente o “dictador”, Gustavo Rojas Pinilla, una figura enigmática en la historia colombiana. Una figura polarizante pero quizás mal interpretada. La verdad es que un examen más objetivo de su ascenso y de su descenso político valdría la pena en este peligroso instante histórico.
Asumió poderes supuestamente “dictatoriales”[1] en 1953, pero a la instancia de numerosos sectores sociales durante una supuesta vacancia en la presidencia colombiana[2], y por lo tanto, no en forma de golpe de estado, como popularmente se categoriza su ascenso al poder. Y si fue “dictador”, fue dictador en su sentido original, el de la figura constitucional suprema en tiempos de crisis existenciales que tuvo su origen en la antigua Republica Romana. Quienes inicialmente lo apoderaron incluían muchos de los líderes políticos, cívicos, sindicales y religiosos de su época, los más conservadores y tradicionalistas, quienes esperaban un régimen militar conservador, un régimen que le diera fin a los horribles conflictos interpartidistas que ellos mismos iniciaron después del asesinato del líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán Ayala, probablemente por ordenas de la nueva agencia de inteligencia estadounidense, la CIA (Agencia Central de Inteligencia), pero ellos esperaban que él mantendría el estatus quo social y económico, lo cual mantendría tranquilo el feudalismo colombiano tradicional.
Estaban muy equivocados. Esa no era la visión del entonces teniente general colombiano, un normalista de la Escuela Normal de Varones de Tunja, graduado de la Escuela Militar Nacional e ingeniero civil graduado del prestigioso programa universitario de ingeniería del Tri-State College de los Estados Unidos. Su visión era la de un reformador progresista, una visión demasiadamente parecida a la de nuestro presidente actual. Y ¿por qué no? Nuestro presidente actual inicio su vida cívica durante las protestas en contra del supuesto robo de las elecciones presidenciales del 1970. En ese entonces, Gustavo Petro era pinillista, y quizás, en la actualidad lo sigue siendo, aunque no lo enfatiza, y no comparte las inclinaciones pinallistas sobre el manejo del estado.
La biografía oficial del ex presidente colombiano, Gustavo Rojas Pinilla, la que se encuentra en los archivos oficiales de la presidencia colombiana[3], destaca muchos de sus logros, incluyendo los siguientes:
…. fortaleció la educación popular práctica y tecnológica, la educación rural con nuevas tecnologías agrícolas y la cultura popular. Estimuló los programas de las Escuelas Radiofónicas de Sutatenza y la programación de la televisión educativa, que se inició en Colombia durante su administración. La cultura popular no debía estimularse con medios rudimentarios, sino aprovechando los medios tecnológicos más avanzados: la televisión, la radio, el teatro, la imprenta y todos los medios que llevan a la superación cultural.
…. auspició la construcción de numerosas obras, destacando entre ellas las siguientes: la terminación del ferrocarril del Atlántico; la pavimentación de la mayor parte de las carreteras troncales del país; la creación del SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje), el Banco Popular, el Banco Ganadero; la construcción del aeropuerto El dorado y 18 más; la construcción de acueductos, alcantarillados, avenidas, carreteras y numerosas obras de infraestructura en pueblos de distintas regiones colombianas. Introdujo la televisión en el país, y automatizó la telefonía urbana y rural para el fortalecimiento de las comunicaciones. Durante su administración se terminaron las obras de Acerías Paz de Río y el Hospital Militar. Como buen “maestro”, egresado de la Escuela Normal de Varones de Tunja, Rojas Pinilla se propuso la creación de numerosas escuelas, colegios y universidades; creó, organizó y dio especial apoyo a la Universidad Pedagógica ‘ de Colombia con sede en Tunja, elevando a esta categoría a la antigua Normal Superior Universitaria de Colombia.
Además de lo anterior, otorgó “la amnistía para los alzados en armas, principalmente para los guerrilleros de los Llanos Orientales, Tolima, Antioquia y otros departamentos y territorios nacionales azotados por la violencia”, algo muy parecido a la “Paz Total” a la que aspira el gobierno actual. Y no se puede olvidar que fue el “dictador” Gustavo Rojas Pinilla, quien les consiguió el voto a las mujeres colombianas.
¿Qué presidente en la historia de nuestro país ha logrado más?[4]
El progresismo demostrado por medio de los hechos mencionados fue su decaída ya que los poderosos habituales de las clases tradicionales, tanto liberales como conservadores, los medios de comunicación más reconocidos y la misma Iglesia Católica lo llegaron a considerar un rebelde intolerable. Se atrevió a establecer “…. un impuesto sobre los ingresos y sobre el patrimonio golpeando a los sectores más ricos de la sociedad” y …. “[p]ara facilitar el manejo de las licencias de importación creó dos bancos públicos, medidas que los bancos privados consideraron como competencia desleal”.
Para tumbarlo, iniciando en el 1954, se organizaron protestas masivas desde distintas fuentes, pero irónicamente, al final, fueron fomentadas en 1957 exitosamente por la coalición liberal/conservadora denominada el Frente Nacional, una verdadera dictadura bipartidista y excluyente compuesta de los dos partidos responsables por la violencia que inicialmente resulto en su supuesta “dictadura”. Buscando mermar la violencia, Rojas Pinilla le entrego su autoridad gubernamental a una junta militar el 10 de mayo del 1957, más que un año antes del fin de su segundo periodo presidencial (iniciado en agosto del 1954, por voto de la Asamblea Nacional Constituyente originalmente convocada por el ex presidente Laureano Gómez).
Después de que las fuerzas tradicionales del país resumieron su poder, ya en alianza por medio del Frente nacional, condenaron al supuesto dictador en el Congreso, impidiendo su participación política a futuro (parecido a lo que le paso al actual presidente durante se periodo como alcalde mayor de Bogotá por medios no judiciales en la Procuraduría), pero esa condena fue eventualmente reversada, primero por el Tribunal Superior de Cundinamarca en 1966, y un año después, el 18 de octubre de 1967, la Corte Suprema de Justicia confirmó ese acto judicial. Ya, de nuevo con derecho a la participación política, el general Rojas Pinilla y sus simpatizantes conformaron un movimiento político llamado Alianza Nacional Popular, la cual tuvo impresionante éxito en las elecciones legislativas del 1968.
En 1970 el ex presidente intento de nuevo ser elegido presidente de nuestra república, pero en una elección sumamente sucia y con resultados posiblemente robados, no se reconoció su victoria. La dictadura del Frente Nacional no lo permitió. La falta de fe en la legitimidad de esa elección resulto en la formación del grupo M-19 y la renovación de insurgencia armada en nuestro país. Nuestro presidente actual fue miembro del M-19, como fueron miembros lideres actuales del partido Alianza Verde y hasta del partido Centro Democrático. No obstante las calumnias y mentiras con respecto a su naturaleza, el M-19 no era ni nunca fue comunista (una filosofía política que el general Rojas Pinilla detestaba). Era solo un movimiento insurgente que buscaba un sistema electoral democrático y honesto para Colombia.
Desde entonces, hemos seguido con lo mismo de siempre. Con la violencia, con la corrupción y con la impunidad. Y con la inequidad social que ha hecho de nuestra hermosa patria uno de los países más desiguales del mundo.
Ahora, después de más de 65 años, ha vuelto a nuestra presidencia otro Gustavo. Otro Gustavo con una visión social en demasiados aspectos idéntica al de nuestro “dictador”, Gustavo Rojas Pinilla. Y, al parecer, nuestro nuevo Gustavo enfrenta la misma oposición, la oposición de siempre. Y esa oposición, al parecer, usa las mismas tácticas, la calumnia, la mentira y la manipulación. Tácticas que en el pasado han sido muy exitosas, hasta derrotando un plebiscito para apoyar la paz.
Gustavo Petro mucho se nombra como una especie de heredero a Jorge Eliecer Gaitán y a Luis Carlos Galán, ¿pero qué tal también a Gustavo Rojas Pinilla? ¿Cuál será el costo que tendrá que pagar el señor Petro por su afán de corregir tantos problemas socio-cívicos y económicos que desde el inicio de nuestra historia como país han atormentado a nuestra sociedad”? ¿Será que esta vez, el espíritu reformista y progresista, finalmente, después de más 65 años, logrará triunfar?
La verdad es que hoy en día está ocurriendo con el otro Gustavo, Gustavo Petro, lo que ocurrió con Rojas Pinilla con el contraataque de las clases tradicionalmente privilegiadas. Esas clases corruptas y violentas usaron sus medios de comunicación, la iglesia, la burocracia, los grandes sindicatos y las grandes empresas e infiltrados dentro de la burocracia, y, por medio de la calumnia, la distorsión, la mentira y el soborno, lograron cambiar la percepción del Pueblo, haciéndolo considerar a su héroe, Rojas Pinilla, como un villano corrupto motivado solo por su deseo de agrandarse (realmente los atributos de ellos). El Frente Nacional logro bloquear la visión pinillista de una Colombia justa, equitativa, libre de corrupción y de impunidad, donde todo colombiano pudiera, si estaba dispuesto a estudiar y trabajar, realizar todo su potencial, y en vez de eso nos dio guerra perpetua, estagnación, drogadicción y gobierno por carteles y mafias. Bloqueó esa visión por mucho tiempo pero estamos a punto de volver a ponerla en marcha, y eso no les es tolerable a los de siempre, y los de siempre aun controlan los medios de comunicación masiva, mucha de la burocracia, mucha de las fuerzas armadas, mucha de la policía, mucho del ministerio público y mucha de la judicatura, además que mucha de la maquinaria política en cada departamento y cada municipio, pero no toda.
¿Será que de nuevo nos vamos a permitir traicionar, que de nuevo nos vamos a permitir estancar? O, será que, aprendiendo del pasado, ¿esta vez no nos permitiremos engañar? Algo en que pensar, y mucho sobre nuestro pasado sobre el cual reflexionar, mientras de nuevo algunos intentamos lograr una sociedad justa, equitativa, libre de corrupción y de impunidad. Una sociedad en la cual todo niño y toda niña colombiana puedan lograr todo su potencial, disfrutando de la realización de ese sueño del normalista de la Escuela Normal de Varones de Tunja, el sueño de una Colombia en paz, educada y feliz, beneficiándonos a todos.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados. Permiso para compartir con atribución.
Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree. Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es columnista del noticiero regional, Guasma FM y del periódico regional, el Observador, y edita y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en Substack.com/. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida). Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía. Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.
[1] “Dictatoriales” en el sentido que durante su vigencia, se abnegaba el concepto político de división de poderes en diversas ramas, siendo las más reconocidas, la rama legislativa, la judicial y la ejecutiva.
[2] Laureano Eleuterio Gómez Castro, al ser elegido presidente de Colombia en noviembre de 1949 ordeno la convocación de una Asamblea Nacional Constituyente con el fin de cambiar el régimen colombiano a uno afín con el fascismo Español de esa época. Por razones de salud, Gómez abandonó su cargo como presidente, asignándolo a su designado, Roberto Urdaneta Arbeláez, quien se posesionó el 5 de noviembre de 1951. El Congreso de 1951 aprobó en primera legislatura el proyecto de acto legislativo por el cual se convocaba una Asamblea Nacional Constituyente y, el 9 de diciembre de 1952, estando encargado ya de la presidencia Roberto Urdaneta, fue sancionada esta convocatoria tras recibir la aprobación en segunda legislatura. Supuestamente no tendría funciones legislativas, las cuales seguirían en manos del Congreso, y no podría modificar el período en curso del presidente, el designado o el Congreso. En mayo de 1952, el gobierno creó la Comisión de Estudios Constitucionales. Esta comisión terminó sus funciones el 10 de febrero de 1953 y envió al gobierno el proyecto acordado. Éste acogió en parte las ideas propuestas por tal comisión, y en otras hizo modificaciones. El proyecto debía ser sometido a la Asamblea Nacional Constituyente, cuyas sesiones se iniciarían el 15 de junio de 1953. Sin embargo, para esa fecha la situación política había variado fundamentalmente, pues en la antevíspera se produjo un golpe de opinión acelerando las reuniones de la Asamblea Nacional Constituyente para el 5 de junio de ese año, la cual, rechazando el intento de Laureano Gómez de resumir su cargo como presidente el 13 de junio, declaro el 18 de ese mes que el cargo de presidente se había encontrado vacante, habiéndose abandonado tanto por Laureano Gómez como por Roberto Urdaneta, y confirmo al teniente general Gustavo Rojas Pinilla como presidente por medio de una acto legislativo (supuestamente prohibido) con fecha del 18 de junio, para el resto del periodo presidencial que terminaba el 7 de agosto de 1954. Según el argumento de la Asamblea Nacional Constituyente, el 13 de junio de 1953 había quedado vacante el cargo de presidente de la República por abandono, primero por Laureano Gómez y luego por Roberto Urdaneta y, por medio de resolución legislativa, afirmó: “Que es legítimo el título del actual presidente de la República teniente general Gustavo Rojas Pinilla, quien ejercerá el cargo por el resto del período presidencial en curso”. Los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente fueron nombrados por el Congreso, por el Presidente ad hoc, por la Corte Suprema y por el Consejo de Estado con la adición de 10 representantes gremiales y su membrecía no era no solamente política sino corporativa con la Andi, Fenalco, la Asociación Bancaria, la Federación Nacional de Cafeteros, las Asociaciones Cooperativas y los Sindicatos representados. Rojas Pinilla gozaba del amplio respaldo de las fuerzas políticas, económicas y religiosas del país, y de la misma Asamblea Nacional Constituyente. La anterior información fue derivada principalmente desde Ayala Diago, César Augusto (2017, rev. 2022): “El cierre del congreso de 1949: Un Decreto de Estado de Sitio dejo a los congresistas en la calle”; Biblioteca Virtual/Credencial Historia/Numero 162; Banrepcultural, la red cultural del Banco de la Republica de Colombia. Bogotá. Y, de Gómez Latorre, Armando (1991): “La Constituyente de 1952-54”; El Tiempo, 19 de febrero 1991; Bogotá.
[3] “Gustavo Rojas Pinilla”, Republica de Colombia, Sitio de archivo de la Presidencia, 2002-2010, disponible en el Internet al http://historico.presidencia.gov.co/asiescolombia/presidentes/55.htm, acceso el día 5 de junio, 2023.
[4] Y no era militar de desfiles, como son tantos de los hijos de los poderosos tradicionales, los pocos, quienes, por meras apariencias, prestan servicio militar. Sirvió en la guerra entre Colombia y el Perú y como representante de Colombia al alto mando de las Naciones Unidas durante la acción militar en Corea. En 1936 fue enviado a Alemania para investigar la producción de municiones y, ascendido a mayor del ejército, cuando regreso a Colombia fue nombrado jefe del departamento técnico de la fábrica de municiones. En 1942 fue nombrado director de la Escuela de Artillería, en 1944 fue nombrado subdirector de la Escuela de Guerra y en 1945 fue nombrado director de la Aeronáutica Civil. A finales de 1946, el entonces coronel Gustavo Rojas Pinilla fue nombrado comandante de la Primera Brigada con sede en Tunja, su ciudad natal, y en 1948, fue nombrado comandante de la Tercera Brigada en Cali. 1949 vio su ascenso al grado de general de la República y el año siguiente, fue encargado de la Dirección General del Ejército Nacional. En diciembre de 1949, el presidente Mariano Ospina Pérez lo nombró ministro de Correos y Telégrafos.