Sobre los valores relativos a lo Divino de lo moral, la inmoralidad y la amoralidad: una reflexión

Tanto la moralidad como la inmoralidad son construcciones artificiales. La amoralidad posiblemente meramente siendo un observador inmortal y, por lo tanto, como mínimo, un compañero de lo Divino.

Completa y absolutamente neutral y aparentemente desinteresado, pero tal vez solo analizando y observando.  Muy parecido a lo Eterno. Mucho más allá de lo complejo y lo profundo, como si el “todo” fuera prácticamente inexistente, al menos en lo impactante.

Quizás, … sin embargo, … “reflexionando”.

Deliberando en forma introspectiva sobre la frase humana, “¿ser o no ser?” y preguntándose: qué implicará “una pregunta”.

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es columnista del noticiero regional, Guasca FM y del periódico regional, el Observador, y edita y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en Substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Manzanas, el caos y el tiempo: una especie de reflexión metafísica

Palabras clave: incóate, cosmogonía, cosmología, metafísica, mitología, religión, zeptosegundo

El caos no era incoherente, simplemente incóate[1], … pero sujeto a cambios constantes a medida que, en forma inmutable y concurrentemente complementaria, casi sucedía todo lo que podía suceder (pero no solo las cosas malas como llego a pensar Murphy).

Era infinitamente incipiente quizás con la excepción de, instante a instante, una solitaria y variable realidad, esa realidad apareciendo fugazmente pero cambiando acérrimamente, a veces en forma reiterada, otras veces no; pues, la verdad es que, … casi nunca, pero ese “casi” deja mucho espacio en periodos antes del tiempo. 

El multiverso se montaba y se desmontaba asiduamente en mucho menos que una pequeñísima parte de un zeptosegundo[2] y luego, se volvía a montar en diferentes configuraciones.  La memoria de la radiación, de la energía y de la materia era efímera por lo cual, sus elementos no recordaban, de instante a instante, ni de donde provenían y ni adonde deberían volver a configurarse.  Existían infinitos multiversos, pero, como se ha indicado, solamente por lo que los humanos considerarían una pequeña fracción de un zeptosegundo, aunque cada componente de cada universo existía por ese instante con recuerdos completamente formados, recuerdos que se remontaban a miles de millones de años, al menos durante esa fracción infinitesimal de un zeptosegundo, y durante ese brevísimo instante, quintillones de seres esparcidos por todo el multiverso creían que tenían un presente, y que habían tenido un pasado, y tenían aspiraciones para un futuro, y podría ser que en alguna otra fracción de un zeptosegundo, ya sea en el pasado o al mismo tiempo (en algún otro lugar) o en alguna fracción futura de un zeptosegundo, podría haber una especie de continuidad.  Pero no era al azar, al menos no siempre.  Sin embargo, discontinuidad era la regla, al menos por lo general.  Cada civilización zeptosegundica podía ser interrumpida por eternidades antes de que un instante siguiera a otro, aunque siendo inexistente el tiempo, oxímoronamente, tanto un instante como una eternidad carecía de contexto o significado.

Dos seres conformaban la única permanencia del caos, uno, una especie de esposo que carecía de nombre por haber sido el primero, y la otra, su consorte, quien él nombró “Sofía”.  Él había decidido que ella existiera, liberándola de lo incipiente y raudamente, existió.  O, tal vez, simplemente la había separado de sí mismo para no estar solo.  O, tal vez ella era solo su eco, como ying algún día sería para yang, o alfa para omega, o macho para hembra.

Cada uno de ellos tenía la capacidad de crear cadenas de existencia, algo que él siempre podría haber hecho pero que no lo había considerado hasta que ella llegó a su lado, o apareció dentro de él, o se formó en algún lugar de alguna manera; pero ambos eran infinitamente inmaduros, muy volubles y, como el contexto en el cual existían, con memorias muy poco desarrolladas, siendo la linealidad un anatema para ellos.  Memoria implicaba orden y el orden implicaba una especie de estabilidad temporal y, por lo tanto, era una herejía para seres nacidos en un caos incóate, por lo cual ellos (o al menos él) habían prohibido que el orden o el tiempo existieran en su reino.  De alguna manera él percibió que el orden traería límites a su poder infinito y tal vez permitiría que otros aparecieran y siguieran existiendo.  Y eso destruiría inevitablemente la estabilidad inestable requerida para mantener el caos perfectamente, solo incipiente.  Un caos solo incipiente, donde todo era igualmente posible y, por lo tanto, mucho más que probable, y donde todas las posibilidades podían coexistir al mismo tiempo.  De hecho, dada la ausencia del tiempo, todas las posibilidades tenían que coexistir al mismo tiempo, aunque, como hemos señalado, bastante fugazmente.

Lo anterior estaba, por supuesto, repleto de paradojas, una infinidad de paradojas que se desarrollaban al mismo tiempo, como reacciones en cadena incontroladas de cuantos que fusionaban quarks en la manera que los quarks deseaban.  Quizás él había sido el resultado de la primera fusión de ese tipo, y quizás inmediatamente buscó contener y descontinuar el fenómeno.  Si es así, eso habría acabado con la armonía perfecta del caos incóate y representó los primeros cuantos de orden.  ¿Qué tan irónico hubiera sido eso? Pero, por supuesto, porque la memoria estaba estrictamente prohibida, no recordaba nada antes de él, o con él, al menos hasta que ella apareció de alguna manera.  Y ahora que lo pensó, desde que ella se unió con o a él, olas parecían estar excitando un poco a la infinidad de efímeros multiversos.  Él lo percibía porque las olas forjaban una especie de música, y él había disfrutado de la música, sin darse cuenta de lo que podría significar.  Como había disfrutado de la compañía de Sofía, sin darse cuenta de lo que ella podría significar.  Pero la música y Sofía iban de la mano, y Sofía nunca había sido consciente de una existencia en la cual la música no hubiera estado presente.

Y entonces, de repente, se había auto creado un imprevisto.

El primer repentino.  Se había fracturado lo incipiente y había aparecido el tiempo aparentemente de la nada (sabiendo que era un anatema, el tiempo se había estado escondiendo), y surgió un eco del orden, comenzando a juntar piezas infinitesimales, encadenándolas y organizándolas, aunque para cualquiera que pudiera haber estado observando[3] hubo una gran explosión.  Infinitamente ardiente, pero solo por una pequeña fracción de un solo zeptosegundo, después de lo cual comenzó a enfriar y expandirse.

Y el Uno miró a Sofía.  Ella se encogió los hombros en un gesto que implicaba que no comprendía el porqué de lo ocurrido, pero, por alguna razón, … pensó en manzanas.

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia.  Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales.  En la actualidad, es columnista del noticiero regional, Guasca FM y del periódico regional, el Observador, y edita y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en Substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St.  John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.


[1] Algo que será, con el paso del tiempo, pero que aún no es, al menos no del todo, pero que quizás se insinúa.

[2] La menor unidad del tiempo medible, es decir, el tiempo en el cual un fotón trasversa un protón.

[3] Y, por supuesto, todos lo estaban haciendo (nosotros incluidos), aunque en forma incóate, aunque en forma inconsciente habiendo sido incipientes hasta entonces, y lo incipiente tardó mucho en desmoronarse, ahora que existía el tiempo, así como, bueno, …  el movimiento,

En el Día Designado Internacionalmente para Honrar a los Hombres

Es el 19 de marzo del 2023, un domingo y un día supuestamente designado internacionalmente para honrar a los hombres, pero como feriado, es una especie de fracaso. No es un gran día para floristas o para dueños de restaurantes, ni para ventas comerciales ni para reservas festivas. Pero tal vez sea significativo si nos tomamos un momento para reconocer a nuestros hermanos varones menos afortunados. Y hay tantos Y con demasiada frecuencia, los días festivos, en lugar de ser días felices, son los días más llenos de remordimientos, nostalgia y melancolía.

Entonces… hoy, yo estoy pensando en todos los hombres que trabajan diligentemente para mantener y proteger a sus familias, pero que son despreciados por no pasar suficiente tiempo de calidad en casa, y en aquellos hombres que, sin culpa propia, han sido separados de sus familias y han perdido todo lo que alguna vez acumularon, que viven lo que les queda de la vida solos, y a aquellos padres que, después de una relación fallida con sus esposas, se encuentran alejados de sus hijos.

Por supuesto, hay otra cara de esa triste moneda, hombres que son apreciados y amados por sus familias, amados por sus esposas y admirados por sus hijos, pero lamentablemente, en el mundo disfuncional de hoy, son la excepción y no la norma. Y por supuesto, hay muchos hombres que, por su conducta, merecen su destino; pero también, demasiados que no.

Es un problema que no se ve afectado por la raza, la religión, el origen nacional o las tendencias políticas… simplemente lo es, y hay pocos grupos de apoyo para ayudar a estas víctimas a sobrellevarlo, ni series de entretenimiento para resaltar el problema, ni campeones visibles para resaltar y mejorar su situación, o legisladores que buscan reformas legales y judiciales para resolver la tragedia social que representan.

Solo unos pocos de nosotros que, de vez en cuando, recordamos y reflexionamos.

Algo en lo que pensar mientras este supuesto día festivo se vuelve gris.
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Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es editor y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en https://guillermocalvomah.substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Recuerdos vagabundos

Ese espacio, ese espacio en esa página sigue cálido aunque quizás, ahora, más bien tibio.

Durante un día nublado y frio de invierno, ese espacio en esa página estuvo ocupado. Ocupado por una frase muy especial, una frase tierna y, a la vez, ardorosa.  Una frase llena de sentimientos profundos.  Luego, al volverse a pensar, esa frase se borró, pero, aunque se borró y se intentó olvidar, la esencia del mensaje permaneció, permaneció consciente, consciente en algún lugar del tiempo, si ya no en el espacio. Indeleble, imborrable, inquebrantable.

El destino no es, por su naturaleza, bondadoso. Pero tal vez el destino reconoce lo mejor.  O, tal vez no.

Aun así, los ecos de emociones ya no ancladas, de emociones escapadas, … resuenan.  Y, por lo menos algunas campanas cantan, aunque escondidas en torres abandonadas, y algunos arcos iris perduran, aunque ocultos en medio de sombras abismalmente profundas, sombras tenebrosamente oscuras.

De todos modos, a pesar del pasado o del presente o del futuro, en algún lugar, en algún momento, los colibríes juegan con mariposas y libélulas, y flores y salgueros, disfrutando sus temporadas, solfean sobre lo que podría haber sido.

Recuerdos.  Recuerdos vagabundos lejos de sus hogares.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Tempus Fugit

Tempus Fugit” generalmente se suele traducir al español como “El Tiempo Vuela”, pero eso no es del todo correcto, no es exacto. La traducción correcta es “El Time Huye”, se escapa. Y eso es muy diferente. No se centra en la velocidad con la cual desaparece el tiempo sino que implica que el tiempo se está escapando de algo que teme, con suerte, hacia algún refugio, aunque es posible que no pueda alcanzarlo.

Un poco de contexto.

La expresión se originó con el poeta latino Virgilio, el que escribió la epopeya de Roma, la Eneida, pero también escribió los Georgics, un largo poema dividido en cuatro libros en el cual se encuentra por primera vez una versión de la expresión: “fugit inreparabile tempus” (Libro 3, línea 284), es decir, “irrecuperable, el tiempo se escapa”. El tema de los Georgics es la agricultura, pero no en un aspecto rural plácido, sino, más bien, en gran parte, se centra en la importancia del labor humano.  Eso me pone en cuenta de los nobles campesinos colombianos.  “Campesinos”, en esencia, una expresión compleja con respecto a aquellos quienes laboran en los campos, ya sean pequeños dueños agricultores o sus empleados, pero que, a diferencia de los siervos o peones, son imbuidos de algo que un romano podría describir como “dignitas”, una palabra del latín que implica mucho más que mera dignidad, algo más noblemente ganada.

El poema es largo y complejo pero práctico, pragmatico. Se trata en detalle con asuntos necesarios y prácticos en un entorno agrícola, algo de botánica pero también de prácticas y técnicas agrícolas, pero todo en el contexto de las complejas realidades de la Guerra Civil romana después del asesinato de Julio César y la ascensión al poder de su nieto y heredero, Octaviano. En ese sentido, por alguna razón, me pone en cuenta de la obra maestra cinematográfica de Peter Sellers, “Being There” (El Jardinero), una de mis películas favoritas, y en especial de la nobleza de su protagonista, Chauncey, un huérfano empleado por una familia muy adinerada como su jardinero, un hombre que jamás salió del entorno de su empleo, un hombre que se creó sin ninguna educación excepto la que obtuvo viendo televisión y trabajando en el jardín de su empleador. Una vez que su empleador fallece, Chauncey está a la deriva en el mundo sin hogar y sin posesiones más que la ropa que su empleador le legó y sus propias observaciones sobre la jardinería, las cuales el comparte con los que va conociendo. Ellos suponen que tales observaciones son metáforas involucrando una sabiduría profunda compartida con ellos por Chauncey, una sabiduría que ellos aplican a sus propios problemas complejos, y Chauncey es aclamado por las más importantes y poderosos personas del mundo como un genio, aunque un genio muy humilde. En realidad, Chauncey representa la esencia de la inocencia reflejada en una hermosa ingenuidad porque él no sabe que existen imposibilidades.

Quizás el tiempo huye hacia un mundo en el cual Chauncey no es la excepción sino la norma; uno en el que Yeshua el nazareno podría encontrar consuelo, como podríamos encontrarlo nosotros también. Quizás se pueden encontrar rastros de ese concepto en las vidas y las tradiciones de nuestros nobles campesinos colombianos, de quienes nosotros y otros podemos aprender mucho.

Tempus Fugit”. Quizás una expresión mucho más significativa de lo que entendemos.
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Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

El estribillo matutino de un escritor

Amanece un nuevo día, quizás un día soleado, o un día con neblina, o quizás simplemente un día nublado, o incluso lloviznando, o lloviendo, o tormentoso con vientos aullando. Pero un nuevo día.

El café, mmm, para muchos esencial a primera hora. ¡Colombia agradece el gesto! Entonces tal vez el desayuno, o tal vez solo jugo, tal vez jugo de naranja, o jugo de toronja, o tomate o V8.

Qué elegir, qué elegir.

El café huele delicioso, incluso si no te gusta el café, pero si lo vas a tomar, ¿debería ser negro y amargo, negro y dulce, o cargado de crema, o tal vez solo leche?  Tal vez leche desnatada o deslactosada, o ambas. ¿Y tostadas, secas o con mantequilla? ¿Y mermelada? ¿Y huevos? ¿Revueltos? ¿Tortilla? ¿Con el lado soleado hacia arriba o simplemente frito, o qué tal un huevo crudo en un vaso de jugo de naranja?  Eso se supone que es saludable. Por otro lado, ¿y por qué no panqueques? O gofres.

Qué elegir, qué elegir.

Una página en blanco pero un teclado lleno de promesas, promesas buenas pero también promesas valijas. Esa es la naturaleza de lo incoate.  ¿Qué tecla elegir, qué teclas?  Hay letras y puntuación y hay números y símbolos, y mayúsculas y minúsculas.

Qué elegir qué elegir.

Se solía, hace mucho tiempo, usar una página de verdad, en una máquina de escribir, una página real, no solo un facsímil virtual, pero luego, si cometías un error, con demasiada frecuencia desmenuzabas la página y la tirabas, sin pensar en los árboles. Eso ya no es políticamente correcto, ni eficiente. En esos entonces no había corte y pegue, ni corrector ortográfico, ni sugerencias gramaticales (las ultimas la perdición para un poeta).

De todos modos, ¿qué escribir?

Mmmm, vamos a ver.

Comienzo con una sola palabra, cualquier palabra, el resto vendrá.

Tal vez.

Con un poco de suerte, tal vez sea adecuado, o incluso decente, tal vez incluso bueno, o incluso excelente.

Pero, ¿Qué tal si es basura?  Y no hay papel que desmenuzar.

Qué elegir, qué elegir.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

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La poesía

La poesía es difícil de definir.

A veces, se define mejor negando aquellos aspectos que más se asocian con un poema. Rima, métrica, estructura estricta, incluso aliteración y consonancia. Por otra parte, quizás la definición de poesía, de lo que constituye un poema, es muy personal.

Para mí, la esencia de un poema es la creación y el intercambio de una sensación similar a una ola que transporta tanto al escritor como al lector a lo largo de un sendero emotivo, a veces breve, a veces expansivo, como si uno estuviera surfeando pero flotando en una ola suavemente melodiosa sobre una serie de profundos abismos en los cuales uno podría optar por vagar, perdido pero buscando.

La belleza o el horror pueden estar presentes, pero tal vez puedan fusionarse subliminalmente en algo incomprensiblemente sublime, perceptible solo en un lenguaje silencioso e indiscernible, uno que solo el alma puede comprender por completo.

Por otra parte, hay rima y métrica, estructura estricta, incluso aliteración y consonancia; hay metáfora y símil; hay alusión e ilusión. Tonos y sombras y ecos y arcos iris, colibríes y libélulas y a veces solo dragones… o tal vez ranas.


© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados. Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree. Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida). Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

¿Qué pensaran?

Las nubes no son realmente blancas. Viven una vida en gradaciones de gris, a veces un gris tan oscuro que se confunde por añil pero que en otras ocasiones parecen estar abrigadas en cristales de nieve y en otras ocasiones, cuando reflejadas en ojos enamorados, parecen estar cubiertas de plumas plateadas.

Y el cielo, el cielo tan azul. Y el sol de un dorado tan resplandeciente que no se puede resistir. Y las montañas, mis montañas de variedades verdes tan verdes que desde sus pendientes vertiginosos parecen ser cobijas de esmeraldas calentando el cuerpo de un ser amado.

¿Y yo? ¿Qué seré yo? ¿Cómo me verán ellas? ¿Rumiarán de vez en cuando sobre quién soy? ¿sobre qué hago? ¿sobre qué pienso? ¿sobre qué siento?

Serían muy curiosas sus observaciones; las de las nubes, las del cielo, las del sol, las de las montañas que llamo mías.

¿Qué pensarán?

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2013; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Los hijos de Lilitu

Al principio “el” Jardín era vasto, infinito, eterno, abarcando todo lo que existía. Por supuesto, desde entonces, lo infinito y la eternidad se han expandido significativamente, pero recuerde, justo antes del supuesto “Big Bang”, el universo, tal vez incluso el multiverso; está bien, tal vez incluso el omniverso, era una singularidad más pequeña que un átomo.

De todos modos, después del disgusto con Adán y el Creador, Lilitu deambuló por el Jardín por un tiempo sin fin, o casi sin fin, de alguna manera evitándolos. Eso plantea preguntas sobre la ubicuidad, omnipotencia y omnisciencia del Creador, preguntas cuyas respuestas no le agradan a él. Pero los hechos son los hechos, al menos por lo general, aunque la teoría cuántica puede cuestionar esa conclusión. Es difícil ser omnisciente y omnipotente en un mundo cuántico. ¿Ubicuidad? Bueno, eso es otro asunto ya que tal vez, desde lo cuántico, “todo” es omnipresente.

A pesar de su habilidad para evadir al Creador, de alguna manera el Jardín continuó brindándole a Lilitu todo lo que ella necesitaba. Mientras el Jardín seguía siendo hermoso, ella detestaba la presencia del hombre (su hermano y ex cónyuge), y al principio, también detestaba la presencia de su sumisa nueva esposa. Del Creador no vio ni oyó nada y experimentó sólo su gloria reflejada, como si él (con suerte) la hubiera olvidado. Al menos esa había sido su aspiración,… y su plan.

Sin interacción con el Creador o con esos otros dos seres algo parecidos a ella, Lilitu se aburrió.  Se aburrió mucho, y buscó sin éxito aliviar ese aburrimiento. En su aburrimiento se parecía más a los árboles del Jardín que a los animales. Se volvió callada, quieta y solitaria. Y creó un mundo dentro de su mente donde ella prefería habitar,… como ya lo había hecho el Creador (tal vez ya varias veces). Hoy, quizás los consideraríamos a ambos autistas.

Pero finalmente, … en un día más memorable que la mayoría, … el Jardín simplemente desapareció de su alrededor.  Los cambios fueron sutiles y drásticos al mismo tiempo. Lo más notable es que se desbastó la comunión entre los seres vivos, cada uno separándose de todos los demás. Los animales ya no la entendían y los árboles parecían menos dispuestos a compartir sus frutos con ella. Y los insectos, los insectos antes bellos y colaborativos, empezaron a atacarla y a alimentarse de ella cuandoquiera pudieran. Y el clima también cambió, mucho, alternando entre húmedo y seco, caliente y frío, a veces en formas muy violentas.

Ella se preguntó qué desastre habían provocado el estúpido hombre y su tímida consorte. Pero no lamentó de lo que habían hecho ya que sintió que el hecho, lo que fuera, había aflojado los lazos que la habían aprisionado durante tanto tiempo, no obstante que linda su cárcel.  Mientras que para algunos ese fue un día de total e inconsolable tristeza (por ejemplo, para su ex pareja y su nueva consorte), para Lilitu fue el día de la liberación.

Después de eso, quizás bastante tiempo después de eso, o quizás no, el tiempo era entonces joven e inconsistente, más difícil de medir, ella llegó a conocer criaturas que alguna vez habían sido ángeles del Creador, seres que compartían su disgusto por el hombre; antiguos ángeles quienes el Creador había exiliado durante una de sus cascarrabias.  Y ella también conoció a una serpiente anteriormente elocuente que por un tiempo había sido la mascota de la otra mujer, pero que había sido desechada. Ella pasó mucho tiempo con esos antiguos ángeles. Y la serpiente se hizo su amigo.

Eventualmente, el cardinal de esos antiguos ángeles se convirtió por un tiempo en su amante, y luego, en un amigo, para siempre. Con el tiempo, como suele ocurrir cuando los amigos también se vuelven amantes (aunque sea brevemente), ella se convirtió en madre; madre de gemelos, un niño y una niña a quienes ella nombró Enlil y Nammu.

Y Enlil y Nammu crecieron entre esos ángeles exiliados, y, siendo únicos de su raza, y el incesto aun no siendo mal visto (cómo podría ser despreciado con todos, en ese momento, siendo parientes cercanos), se convirtieron en amantes y tuvieron sus propios hijos. Y esos niños también se propagaron hasta que, con el tiempo, formaron un clan, luego una tribu y luego una nación.

Y los ángeles exiliados también encontraron amantes entre las eventuales hijas del hombre (el hermano y ex-esposo de Lilitu) y de su tímida nueva esposa, y aquellas mujeres también engendraron hijos, hijos que eran sólo parcialmente humanos. Y esos niños se autodenominaron “Nefilim”. Y Lilitu, a quien los Nefilim llamaban Ninhursag, era considerada por ellos como su reina y su diosa.

Debido a su desagradable experiencia con Adán, Lilitu no aceptó a ningún hombre como su esposo, a nadie jamás acepto como un ser por el cual abandonaría a todos los demás.  Pero sí formó estrechos vínculos y relaciones. El poliamor era inherente en ella ya que tenía mucho amor que estaba dispuesta a compartir. Uno de sus amigos especiales, un amigo con “privilegios” pero definitivamente sin derechos, fue nombrado “An” por los Nefilim, y se convirtió en su rey y su dios, y el dios también de aquellos antiguos ángeles que habían sido expulsados del cielo. An rara vez estaba presente en los lugares que Lilitu elegía como suyos, ya que su negocio parecía mantenerlo ocupado en otras partes, lo que le convenía a Lilitu.  An buscaba algo más con ella, pero nunca lo logro ya que a Lilitu nunca le había gustado el concepto de servidumbre doméstica.

Los Nefilim se hicieron famosos entre los hombres (al menos por un tiempo) porque, aunque podían ser matados, normalmente no eran mortales, y eventualmente en muchos clanes, tribus y naciones los consideraron dioses. Pero después de un tiempo, la mayoría desaparecieron del mundo que conocemos, y nadie sabe si todavía viven o no, y si viven, si alguna vez volverán, pero algunas personas creen que algunos de los Nefilim se quedaron con nosotros, escondidos, e incluso, que de vez en cuando interceden discretamente en los asuntos humanos.

Lilitu se ha mantenido muy privada durante mucho tiempo ya, por lo cual ni siquiera sus hijos están seguros dónde podría estar, o si ha evolucionado de una manera que nadie más que ella puede entender, o si alguna vez se reconcilió con el Creador (poco probable), o quizás, si ella lo superó, … y tal vez a nosotros también.

Pero algunos de nosotros todavía la recordamos.  La recordamos a pesar de los esfuerzos de aquellos que siguen al Creador para borrarla de nuestra historia, o en su defecto, por medio de la calumnia, para hacerla odiada y despreciada, arrojada como fuente de maldad y monstruosidades. Pero a medida que las mujeres se han vuelto más y más ilustradas, es como si el espíritu de Lilitu, de alguna manera, haya actuado como un catalizador para aproximar a la equidad y la empatía. Algo que irrita mucho al Creador, aun algo machista, quien continuamente parece murmurar… “será que nadie me librará de esa horrible criatura”. Pero si él no pudo lograr esa hazaña, es poco probable que alguien más pueda hacerlo por él.

Al menos no hasta que el tiempo termine y el espacio se desvanezca y el Creador mismo se haya ido hace mucho, mucho tiempo, y Lilitu, tal vez aburrida una vez más, haya decidido que otra vez es el momento de cambiar su entorno.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Ecos kármicos, una especie de haiku

Ecos kármicos: hilos autosostenibles de pecados entrelazados.

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2022; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.