Fracasó intento de golpe de estado en Rusia

Hubo intento de golpe de estado en Rusia, supuestamente en reacción a un ataque por parte de las fuerzas militares rusas contra sus aliados en la compañía mercenaria llamada popularmente el Grupo Wagner, una organización militar fundada y liderada por el empresario Yevgeny Prigozhin.  Ahora salen noticias que las agencias de inteligencia estadounidenses sabían que iba a haber ese intento semanas antes, es decir, antes del supuesto ataque contra el Grupo Wagner por parte de dichas fuerzas militares rusas.  ¿Cómo sería eso posible?  Pues la respuesta es obvia.  Como tantas veces ocurre, esas agencias de inteligencia fueron involucradas en la organización del intento, y hoy, ahora en exilio en Bielorrusia, el señor Prigozhin es un hombre con mucho dinero en dólares, además, ya relevado de las sanciones económicas antes impuestas con respecto a él por los Estados Unidos y sus aliados.

Un destacado mayor jubilado de los infantes de marina estadounidense, Scott Ritter, que también trabajó con los equipos de inspección de la ONU sobre armas atómicas en Iraq, explicó en detalle las causas de lo ocurrido en un artículo, publicado en Substack, titulado “El Gambito de Prigozhin: traición por cualquier otro nombre”, aunque fue publicado antes de que las agencias de inteligencia de los Estados Unidos indicaron que sabían del golpe planeado con semanas de anticipación y, por lo tanto, no aborda ese aspecto.

De acuerdo a Ritter, la compañía Wagner, por operar fuera de Rusia, gozaba de beneficios extralegales prohibidos por la constitución rusa si hubiesen sido parte formal de las fuerzas militares y rusas, para evitar esas restricciones, fue formada en la misma manera que ocurrió con los Estados Unidos y sus mercenarios en el Grupo llamado Blackwater. Pero cuando Rusia, después de un plebiscito a su favor, incorporo las áreas a su occidente habitadas por descendientes rusos en Ucrania, la región conocida como el Donbass, esas restricciones constitucionales resultaron aplicables y los miembros del Grupo Wagner que ahí se encontraban, y, de acuerdo a la leí, se vieron obligados a firmar contratos, no con el señor Prigozhin, fundador y dueño del grupo mercenario, sino con el Ministerio de Defensa ruso, y, además, en vez de recibir municiones, vehículos, etc., en forma preferencial, como antes, se vieron sujetos a las mismas restricciones y auditorias que la aplicaban a las fuerzas militares normales.

Por no aplicarle restricciones normales sobre sus decisiones militares y por el acceso previlejado a las armas del cual gozaba, el Grupo Wagner logró éxitos militares impresionantes en diversas partes del mundo, por ejemplo, en Siria, pero en especial en contra de Ucrania. Logros que no serían tan fáciles bajo el régimen normal en el cual tendrían que funcionar a futuro. 

Viendo eso, las agencias de inteligencia estadounidenses se aproximaron al señor Prigozhin, indicándole que si lanzaba un golpe apoyado por una campaña de propaganda que crearía la ilusión de que patriotas rusos estaban siendo maltratados, diversos segmentos de la sociedad Rusa, tanto militares como cívicos, lo apoyarían.  Pero no obstante la preparación propagandista, o el supuesto ataque militar contra el Grupo Wagner por fuerzas militares rusas, el apoyo no se realizó, y la sociedad rusa, junta con aliados en el extranjero, rápidamente le dieron su apoyo incondicional al señor Putin.  Siendo obvio que el complot había fracasado y que las agencias de inteligencia estadounidenses se habían equivocado en sus proyecciones, el señor Prigozhin rápidamente reverso curso y negocio por medio de la intermediación del presidente de Bielorrusia, Alexander Grigoryevich Lukashenko, exiliarse de Rusia y rendir sus tropas, muchas de la cuales habían rechazado el llamado a rebelión.

En vez de tumbar al gobierno de Putin, al parecer, Putin resultó más fuerte que antes (aunque los medios de comunicación occidentales lo pintan en forma diferente), y los miembros del Grupo Wagner que rechazaron participar en el intento de golpe, serán incorporados contractualmente a las fuerzas armadas rusas. 

Y que paso con el conflicto miliar con Ucrania durante el intento de golpe, pues su supuesta contraofensiva, la cual se inició hace varias semanas, ha sido un fracaso total, y durante el intento de golpe, cuando en forma aparentemente coordinada, intentó nuevos contraataques, resultaron solamente más derrotas muy costosas en muertes de soldados ucranios y en destrucción de recursos militares pagados por el OTAN, es decir, por los ciudadanos de los estados miembros del OTAN, en especial, los ciudadanos estadounidenses.

¿Todo eso porque nos debe importar a los colombianos? 

Pues porque esas mismas agencias de inteligencia estadounidenses trabajan aqui para apoyar a la extrema derecha colombiana.  Entonces, el mensaje para ellos que reciben dicha ayuda debe ser que con esas agencias de inteligencia no se puede contar (como les contarían muchos ex residentes de Afganistán).  Pero para el gobierno también hay un mensaje, y ese es que con el apoyo de los Estados Unidos tampoco se puede contar, porque lo que con una mano se da, con la otra se quita.

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es columnista del noticiero regional, Guasca FM y del periódico regional, el Observador, y edita y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en Substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Recordando un día caótico en Colombia: el 13 de junio de 1953

[1]

Hoy, 13 de junio de 2023, recuerdo el día hace precisamente setenta años, en el cual, por un breve tiempo, realmente cambio Colombia.  Me faltaban seis semanas para cumplir siete años.  Había sido desalojado de mi amada Manizales.  Ya había vivido en Miami por casi un año.  Era un niño víctima de la diáspora colombiana precipitada por la violencia que explotó el 9 de junio de 1948 (el día después de que nació mi hermanita Marina) con el asesinato del líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán Ayala.  Un magnicidio posiblemente sugerido (u ordenado) por la nueva Agencia Central de Inteligencia estadounidense.  Sobre ese día, el 13 de junio de 1953, rigen bastantes opiniones y muchas consecuencias y, por eso, me ha interesado mucho.  Pero no es fácil encontrar la verdad al respecto en medio de tanta propaganda partidista y de la aparente indiferencia por la objetividad y el abandono de la búsqueda por la verdad por parte de periodistas e historiadores. 

A lo largo de mi vida (ya de más de tres cuartos de siglo) entender lo ocurrido ese día me ha importado mucho y, es por eso, usando las pocas fuentes objetivas disponibles, que lo estoy intentando investigar y reconstruir ahora.  Qué lástima que aún no disponemos de vehículos que nos permitan visitar al pasado.

Para entender lo ocurrido, no en forma crítica sino empática, primero hay que poner a ese 13 de junio en contexto histórico, jurídico y constitucional.  En demasiadas ocasiones he encontrado que la verdad se oculta por medio del punto de inicio en lo que se investiga  Acciones que parecen carecer de razon se convierten en algo muy diferente cuando se examinan sus raíces en vez de ocultarlas, por lo menos en cuanto eso sea posible.  No podemos, con los recursos disponibles, investigarlo todo, pero mucho sí.

Claro que las raíces de los eventos de ese día en 1953 involucran los siglos de inigualdad e injusticia que heredamos de la época colonial, y que los eventos de ese día se habían catalizado por las reformas propuestas por Gaitán en los años antes de su asesinato, y luego, por la violencia que resultó a causa de ese asesinato en 1948.  Ese asesinato fue la flama que puso a escaldar la “pitadora” social que contaminaba al país con polarización y odio partidista heredado, odio heredado hasta que tuvo que explotar.  Y explotó. Y la explosión social se manipuló.  En vez de buscar cómo sanarnos, buscamos por todos lados cómo acabar con nuestros oponentes y, el presidente de turno, Mariano Ospina Pérez, no era de carácter sanador ni conciliador, sino inflamador.  Y peor, nuestro gobierno estaba políticamente dividido con un congreso liberal y un ejecutivo conservador, ninguno dispuesto a acomodar al otro, sino a tomar ventaja donde quiera que se encontrara.  Y en eso, la potencia extranjera que tanto nos ha manipulado tenía su mano firme, ya iniciando un conflicto mundial para asegurar que el capitalismo y la explotación que tanto les servía a sus clases dirigentes, aliadas con las nuestras, no fueran amenazados.

Con base en la irreconocible polarización política en la que nos encontrábamos en 1949, en específico, el 9 de noviembre de ese año, ocurrió un choque constitucional.  El Congreso Liberal fue convocado para iniciar un juicio contra el entonces presidente Conservador, Mariano Ospina Pérez.  Para evitar esa posibilidad, el presidente Ospina reaccionó, declarando turbado el orden público y por consecuencia, estableció Estado de sitio en todo el país.  En eso habría tenido la razón, si su motivación no hubiese sido política.  Pero era meramente política con el solo fin de salvar a su presidencia, no para darle el orden al país que tanto se necesitaba.

A sus órdenes, la policía se tomó las instalaciones del Congreso y, bajo dicha declaración, el presidente Ospina amparó una serie de decretos entre los que se encontraban: el cierre del Congreso y demás cuerpos legislativos departamentales y municipales; establecimiento de la censura de prensa (correos postales, telegramas y hasta las llamadas telefónicas); prohibición de todas las reuniones o manifestaciones públicas; otorgamiento de plenos poderes a los gobernadores de los departamentos para implementar dichas medidas; y, modificación del régimen de votación de la Corte Suprema de Justicia.  Ese día la Constitución Colombiana de 1886 sufrió un infarto letal y se estableció una verdadera dictadura en el sentido de que, durante su vigencia, se abnegó el concepto político de división de poderes en diversas ramas, concentrándose todo el poder en la rama ejecutiva bajo el mando autocrático del presidente Conservador y de sus aliados y partidarios, apoyados por las fuerzas públicas y la Iglesia Católica.

Luego de 18 días del control absoluto de esa dictadura de facto, en elecciones presidenciales en las que solo participó el candidato Conservador, Laureano Eleuterio Gómez Castro (el candidato Liberal, Darío Echandía, se retiró de la contienda bajo la amenaza de asesinato), Gómez fue elegido presidente por un voto supuestamente popular de más que un millón a favor y solo veintitrés en su contra.  ¡Veintitrés!  Imagínese.  Pues, en gobiernos autocráticos eso no es tan extrañó como seria en una democracia.  Pero ni Ospina ni el nuevo presidente Gómez eran amantes de la democracia, ni de la libertad.  Eran partidarios, como habían sido muchos durante la época después de la “primera guerra para ponerle fin a la guerra en el mundo”, del fascismo.  Ellos habían sido francos admiradores del denominado “milagro italiano” y del “milagro Alemán”, los regímenes que, por medio del fascismo, en muy corto tiempo, habían logrado mucho adelanto en sus países, pues, … hasta que fueron destruidos en la “segunda guerra para ponerle fin a la guerra en el mundo”.

Como evidencia de lo anterior, al asumir la presidencia en agosto de 1950, Laureano Gómez rechazó la Constitución de 1886 (ya estéril dado el golpe de Estado del presidente Ospina Pérez) y convocó, de forma inconstitucional, una asamblea nacional constituyente con el fin de cambiar el régimen estatal colombiano a uno que fuera afín con el fascismo Español de esa época; pero, por razones de salud, Gómez abandonó su cargo como presidente antes de que esa asamblea nacional constituyente se organizara, asignándole la presidencia a su designado, Roberto Urdaneta Arbeláez, quien se posesionó el 5 de noviembre de 1951.

El Congreso de 1951 aprobó en primera legislatura el proyecto para convocar esa asamblea nacional constituyente y el 9 de diciembre de 1952, ese acto legislativo fue adoptado. Supuestamente, esa asamblea no tendría funciones legislativas (esas seguirían en manos del Congreso), y no podría modificar el período en curso del presidente, del “presidente designado” o del Congreso.  “Supuestamente”.

En mayo de 1952, el gobierno del presidente ad hoc, el señor Urdaneta, creó una comisión de estudios constitucionales la cual terminó sus funciones el 10 de febrero de 1953 y le envió al gobierno el proyecto acordado.  El gobierno del señor Urdaneta acogió, en parte, las ideas propuestas por la comisión, pero en otras hizo modificaciones.  De todos modos, el proyecto de remplazo constitucional debía de haber sido sometido a la ya aprobada Asamblea Nacional Constituyente, cuyas sesiones se debían de iniciar el 15 de junio de 1953.  Pero así no ocurrió.[2]

Del 9 de abril de 1948 al 13 de junio de 1953, el país vivió una época de guerra civil muy violenta entre los adherentes del partido Conservador, que en forma dictatorial controlaban el aparato del Estado, y los rebeldes Liberales opuestos a la dictadura ilegitima de dicho partido, agravada por la polémica y las ordenes de Laureano Gómez, quien, aunque había abandonado su cargo presidencial por razones de salud, seguía como jefe del partido Conservador y, al parecer, tácitamente manejaba el gobierno de Roberto Urdaneta. 

En 1953 la violencia había llegado a grados intolerables para casi todos, pero no para el señor Gómez.  Tanto Liberales como Conservadores (incluyendo los ex presidentes Mariano Ospina Pérez y Roberto Urdaneta Arbeláez, y los políticos Gilberto Alzate Avendaño y Lucio Pabón Núñez), buscaban alguna salida e iniciaron discusiones con el jefe de las fuerzas armadas colombianas, el popular teniente general Gustavo Rojas Pinilla, explorando la posibilidad de un cambio de gobierno, ese cambio a realizarse utilizando la figura de la Asamblea Nacional Constituyente, para lograrlo.  Enterándose de esas discusiones y para evitar esa posibilidad, el supuestamente ex presidente Gómez solicitó la renuncia de su designado como presidente para retomar el cargo y deponer al general Rojas Pinilla.  Eso fue lo que se intentó ese 13 de junio, pero no había provisión constitucional para ese escenario sin el apoyo o del Congreso o de la Asamblea Nacional Constituyente, una de las cuales tendría que aprobar la reasunción del poder presidencial por parte de Gómez.[3]

Los hechos de ese día, obviamente generaron enorme confusión de la cual se aprovecharon los opositores Conservadores del señor Gómez, los mismos que lo habían hecho elegir como presidente.  Antes del 13 de junio, ellos habían conseguido el apoyo de importantes Liberales, de líderes de las fuerzas militares y judiciales, y de la gran mayoría del Pueblo colombiano para deshacerse del señor Gómez, remplazándolo con el general Rojas Pinilla.  Y así ocurrió.  Esa sucesión inusual (cualquier sucesión ese día habría sido inusual) fue ratificada cinco días después (el 18 de junio) por esa misma Asamblea Nacional Constituyente inicialmente convocada por el señor Gómez al asumir la presidencia con el fin de remplazar la constitución supuestamente vigente. 

Para razonar su decisión amparando la delegación de poder presidencial al general Rojas Pinilla, la Asamblea Nacional Constituyente adjudicó que el 13 de junio el cargo de presidente se había encontrado vacante, habiéndose abandonado tanto por Laureano Gómez como por Roberto Urdaneta, y, por medio de un acto legislativo (supuestamente prohibido) confirmó a Rojas Pinilla como presidente de Colombia para el resto del periodo presidencial que terminaba el 7 de agosto de 1954, notando que el general gozaba del amplio respaldo de las fuerzas políticas, económicas y religiosas del país.  El Congreso, que supuestamente gozaba del monopolio sobre el uso del poder legislativo, al parecer, no opino al respecto.

Entonces: ¿Ocurrió un golpe de estado el 13 de junio de 1953, o será más bien que se puso fin al golpe de estado del 9 de noviembre de 1949?  ¿Fue “dictador” Gustavo Rojas Pinilla”?  ¿Fue “tirano”?  ¿Era fascista?

Los conceptos histórico-jurídico-constitucionales de la “tiranía” y de la “dictadura” no son bien entendidos en la actualidad, considerándose meramente como peyorativos.  Lo mismo que ocurre con el concepto del “fascismo”.  En su sentido clásico, su sentido una vez jurídico-constitucional (cuando la palabra y el concepto todavía tenían sentido), un “tirano” podría ser bueno o malo, pero había asumido el poder en contra de las normas entonces vigentes, casi siempre una revolución oligarquista o posiblemente democrática, en contra de un monarca o de otro tirano.  Entre los mejores y más democráticos gobernantes de la antigua Atenas se encontraban tiranos (e.g., Clísatenos).  También, en forma parecida, el concepto de dictadura era un concepto honorable y constitucional en la antigua República Romana, y ese concepto siguió “honorable” hasta la supuesta Ilustración.  Implicaba solamente el rechazo de la división de poderes y de la fragmentación de la soberanía durante periodos de emergencias existenciales, donde, por acto del Senado, todo el poder del Estado se le entregaba a una sola persona (e.g., Lucio Quincio Cincinato).  Algo sinónimo con lo que ocurre en la actualidad cuando se declara un Estado de sitio.

Entonces:

  • Gustavo Rojas Pinilla probablemente no se debe considerar como tirano ya que la legitimidad de sucesión en Colombia era inexistente desde el golpe de estado del 9 de noviembre de 1949, y de todos modos, el cargo de presidente se encontraba por lo menos indefinible para el 13 de junio de 1953.
  • Dictador, sí, pero por medios legales y hasta constitucionales dado el existente Estado de sitio declarado por el presidente Ospina y aún vigente el 13 de junio 1953.

¿Y qué de fascista? 

El fascismo involucra un régimen platónico en su origen, donde el bienestar del Estado es supremo y se logra por la colaboración forzada entre todos los segmentos de la sociedad en temas tanto económicos como políticos, bajo el liderazgo de un dictador.  Por lo tanto tiene aspectos totalitarios donde la libertad personal es poco relevante.  Si así lo definimos, entonces, el fascista de esa época, el que buscó imponer un régimen fascista en Colombia por medio de la adopción de una nueva constitución corporativa, ese fue, sin duda alguna, el mismo Laureano Eleuterio Gómez Castro, no fue Rojas Pinilla, quien, en su filosofía política, era más que todo progresista y populista y campeón de los derechos de los más humildes (como claramente se demostró en sus numerosas propuestas, obras y éxitos).  Eso en nada implica que era perfecto, o que no existía corrupción en su administración, o abuso del poder, pero de fascista o de la figura tiránica que tanta de nuestra historia, escrita por sus detractores y oponentes, lo acusa, pues poco.

En 1957 resultó un evento que realmente involucraba un golpe de Estado cuando, como resultado de protestas masivas organizados por las mismas fuerzas políticas que lo pusieron en el poder, el entonces presidente Rojas Pinilla rindió su posición como presidente a favor de una junta militar cuya lealtad era a favor de un denominado “frente nacional”, el cual, liderado por el mismo Laureano Gómez aliado con el ex presidente Liberal, Alberto Lleras Camargo, acordó, en forma tanto tiránica como dictatorial, compartir la totalidad del poder político entre sus dos partidos en forma alternativa, excluyendo a toda otra expresión política del poder.  Claramente algo jamás previsto en esa pobre constitución moribunda, … la de 1886.

Entonces, siempre me he preguntado, ¿qué le paso al enorme apoyo con el que Gustavo Rojas Pinilla inició su administración?

Pues, … quienes inicialmente lo apoderaron incluían muchos de los líderes políticos, cívicos, sindicales y religiosos de su época, los más conservadores y tradicionalistas[4], y ellos esperaban un régimen militar custodio, un régimen que le diera fin a los horribles conflictos interpartidistas que ellos mismos iniciaron después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán Ayala.  Pero ellos aspiraban que el general mantendría el estatus quo social y económico, ellos aspiraban que Rojas Pinilla mantendría tranquilo el feudalismo colombiano tradicional.

Pero esos líderes políticos que habían empoderado a Rojas Pinilla se habían equivocado sobre su carácter y sus aspiraciones para el Pueblo colombiano.  La visión de ellos no era la visión del entonces teniente general colombiano, un normalista de la Escuela Normal de Varones de Tunja, graduado de la Escuela Militar Nacional e ingeniero civil graduado del prestigioso programa universitario de ingeniería del Tri-State College de los Estados Unidos.  Su visión era la de un reformista muy progresista, quizás al estilo de Juan Domingo Perón de Argentina, no de Francisco Franco.  Su biografía oficial en los archivos oficiales de la presidencia colombiana[5] destaca muchos de sus logros, incluyendo, entre muchos otros, los siguientes:

“…. fortaleció la educación popular práctica y tecnológica, la educación rural con nuevas tecnologías agrícolas y la cultura popular. Estimuló los programas de las Escuelas Radiofónicas de Sutatenza y la programación de la televisión educativa, que se inició en Colombia durante su administración. La cultura popular no debía estimularse con medios rudimentarios, sino aprovechando los medios tecnológicos más avanzados: la televisión, la radio, el teatro, la imprenta y todos los medios que llevan a la superación cultural.

…. auspició la construcción de numerosas obras, destacando entre ellas las siguientes: la terminación del ferrocarril del Atlántico; la pavimentación de la mayor parte de las carreteras troncales del país; la creación del SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje), el Banco Popular, el Banco Ganadero; la construcción del aeropuerto El dorado y 18 más; la construcción de acueductos, alcantarillados, avenidas, carreteras y numerosas obras de infraestructura en pueblos de distintas regiones colombianas. Introdujo la televisión en el país, y automatizó la telefonía urbana y rural para el fortalecimiento de las comunicaciones. Durante su administración se terminaron las obras de Acerías Paz de Río y el Hospital Militar. Como buen “maestro”, egresado de la Escuela Normal de Varones de Tunja, Rojas Pinilla se propuso la creación de numerosas escuelas, colegios y universidades; creó, organizó y dio especial apoyo a la Universidad Pedagógica ‘ de Colombia con sede en Tunja, elevando a esta categoría a la antigua Normal Superior Universitaria de Colombia.”

Además de lo anterior, otorgó “la amnistía para los alzados en armas, principalmente para los guerrilleros de los Llanos Orientales,  del Tolima, de Antioquia y de otros departamentos y territorios nacionales azotados por la violencia”, algo muy parecido a la “Paz Total” a la que aspira el gobierno actual.  Y no se puede olvidar que fue el “dictador” Gustavo Rojas Pinilla, quien les consiguió el voto a las mujeres colombianas.

¿Qué presidente en la historia de nuestro país ha logrado más?[6]

El progresismo, demostrado por medio de los hechos mencionados, fue su decaída ya que los poderosos habituales de las clases tradicionales, tanto Liberales como Conservadores, con el apoyo de los medios de comunicación más reconocidos y la misma Iglesia Católica lo llegaron a considerar un rebelde intolerable.  Se atrevió a establecer “…. un impuesto sobre los ingresos y sobre el patrimonio golpeando a los sectores más ricos de la sociedad” y “…. [p]ara facilitar el manejo de las licencias de importación creó dos bancos públicos, medidas que los bancos privados consideraron como competencia desleal”.

Así murió por mucho tiempo el sueño progresista de nuestro país, haciéndoles claro a los políticos de turno que les esperaría si se atrevían a perturbar las tradiciones elitistas de los poderosos en nuestro país.  Y hasta el 2022, ningún otro progresista había logrado asumir a la presidencia. 

Hoy, otro Gustavo se encuentra como residente principal en la Casa de Nariño, al parecer, intentado reformas parecidas a las del supuesto dictador Rojas Pinilla.  Y el nuevo Gustavo se encuentra en lo que parecen ser inicios de otro contraataque conservador, un contraataque elitista y feudalista, un contraataque demasiadamente parecido al que destituyó a Rojas Pinilla, y que luego, al parecer, le robo un intento en el 1970 de lograr de nuevo la presidencia, pero por medios más tradicionales que los de ese día en junio de 1953. 

¿Sera que, como siempre, las calcificadas fuerzas elites de nuestro país lograrán engañar al Pueblo para convencerlo que son más cómodas las cadenas acostumbradas que la transparencia, la libertad, la equidad, la justicia y el desarrollo sostenible equitativo?

Las elites de siempre tienen todas las fuerzas de la comunicación masiva a su lado, e infiltrados en la burocracia, y aliados en la procuraduría y en el Congreso y en la judicatura.  El cambio nos incomoda y nos asusta aunque sea de nuestro beneficio.  Nuestras almas buscan garantías antes de cambiar sus costumbres.  Pero garantías reales no existen, y quienes las prometen solo nos engañan.  Entonces, ¿Qué ha de ser de nosotros y de nuestros hijos y de nuestros descendientes?  ¿Qué heredarán de nosotros?  ¿El miedo?  ¿O un mundo donde realizar todas sus capacidades se considere normal?  ¿Será que cuando nos piensen, nos darán sus bendiciones por nuestro coraje e iluminación, o sus maldiciones por el mundo en el cual los abandonamos?

Lamentablemente, hechos y verdad parecen ya no importar.  Rigen las calumnias, las distorsiones y las mentiras, todas útiles para los poderes del instante, razones por las cuales hoy en día, aprender de las lecciones de la historia parece casi imposible.  Pero “casi imposible” no es sinónimo con “imposible”, entonces, mucho vale la pena investigar, buscando la verdad en forma independiente.  Y, si se logra encontrar, compartiéndola y sobre ella, actuando.

Algo sobre cual reflexionar.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 13 de junio, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es columnista del noticiero regional, Guasca FM y del periódico regional, el Observador, y edita y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en Substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.


[1] La siguiente información fue derivada principalmente desde Ayala Diago, César Augusto (2017, revisado 2022): “El cierre del congreso de 1949: Un Decreto de Estado de Sitio dejo a los congresistas en la calle”;  Biblioteca Virtual/Credencial Historia/Numero 162;  Banrepcultural, la red cultural del Banco de la Republica de Colombia.  Bogotá.  Gómez Latorre, Armando (1991): “La Constituyente de 1952-54”; El Tiempo, 19 de febrero 1991; Bogotá.  “Gustavo Rojas Pinilla”, Republica de Colombia, Sitio de archivo de la Presidencia, 2002-2010, disponible en el Internet al http://historico.presidencia.gov.co/asiescolombia/presidentes/55.htm, acceso el día 5 de junio, 2023.

[2] Los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente fueron nombrados por el Congreso, por el Presidente ad hoc, por la Corte Suprema y por el Consejo de Estado con la adición de 10 representantes gremiales seleccionados por la Andi, Fenalco, la Asociación Bancaria, la Federación Nacional de Cafeteros, las asociaciones cooperativas y los sindicatos.  Por lo tanto, su membrecía no era solamente política sino también, al estilo fascista, corporativa.

[3] Aunque la reunión inicial de la Asamblea Nacional Constituyente estaba convocada para el 15 de junio, anticipando los planes del señor Gómez, por interlocución de, entre otros, Mariano Ospina Pérez, Roberto Urdaneta Arbeláez, Gilberto Alzate Avendaño y Lucio Pabón Núñez, se aceleró la apertura de la Asamblea para el 5 de junio y entonces, la Asamblea Nacional Constituyente se encontraba en sesión cuando el señor Gómez buscó de nuevo asumir el poder presidencial, pero sin aval alguno.

[4] En ese contexto se ha de entender, que el partido Liberal, en realidad, no era “liberal”, solo menos conservador que el partido Conservador.

[5]Gustavo Rojas Pinilla”, Republica de Colombia, Sitio de archivo de la Presidencia, 2002-2010, disponible en el Internet al http://historico.presidencia.gov.co/asiescolombia/presidentes/55.htm, acceso el día 5 de junio, 2023.

[6] Y no era militar de desfiles, como son tantos de los hijos de los poderosos tradicionales, los pocos quienes, por meras apariencias, prestan servicio militar.  Sirvió en la guerra entre Colombia y el Perú y como representante de Colombia al alto mando de las Naciones Unidas durante la acción militar en Corea.  En 1936 fue enviado a Alemania para investigar la producción de municiones y, ascendido a mayor del ejército, cuando regreso a Colombia, fue nombrado jefe del departamento técnico de la fábrica de municiones.  En 1942 fue nombrado director de la Escuela de Artillería, en 1944 fue nombrado subdirector de la Escuela de Guerra y en 1945 fue nombrado director de la Aeronáutica Civil.  A finales de 1946, el entonces coronel Gustavo Rojas Pinilla fue nombrado comandante de la Primera Brigada con sede en Tunja, su ciudad natal, y en 1948, fue nombrado comandante de la Tercera Brigada en Cali.  1949 vio su ascenso al grado de general de la República y el año siguiente, fue encargado de la Dirección General del Ejército Nacional.  En diciembre de 1949, el presidente Mariano Ospina Pérez lo nombró ministro de Correos y Telégrafos.

Gustavo Rojas Pinilla: una época quizás afín a la nuestra

Historiadores y periodistas colombianos están ignorando importantes analogías entre nuestros tiempos y nuestras aspiraciones y los de la época vivida por el país durante la administración de nuestro general, o presidente o “dictador”, Gustavo Rojas Pinilla, una figura enigmática en la historia colombiana.  Una figura polarizante pero quizás mal interpretada.  La verdad es que un examen más objetivo de su ascenso y de su descenso político valdría la pena en este peligroso instante histórico.

Asumió poderes supuestamente “dictatoriales”[1] en 1953, pero a la instancia de numerosos sectores sociales durante una supuesta vacancia en la presidencia colombiana[2], y por lo tanto, no en forma de golpe de estado, como popularmente se categoriza su ascenso al poder. Y si fue “dictador”, fue dictador en su sentido original, el de la figura constitucional suprema en tiempos de crisis existenciales que tuvo su origen en la antigua Republica Romana.  Quienes inicialmente lo apoderaron incluían muchos de los líderes políticos, cívicos, sindicales y religiosos de su época, los más conservadores y tradicionalistas, quienes esperaban un régimen militar conservador, un régimen que le diera fin a los horribles conflictos interpartidistas que ellos mismos iniciaron después del asesinato del líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán Ayala, probablemente por ordenas de la nueva agencia de inteligencia estadounidense, la CIA (Agencia Central de Inteligencia), pero ellos esperaban que él mantendría el estatus quo social y económico, lo cual mantendría tranquilo el feudalismo colombiano tradicional. 

Estaban muy equivocados.  Esa no era la visión del entonces teniente general colombiano, un normalista de la Escuela Normal de Varones de Tunja, graduado de la Escuela Militar Nacional e ingeniero civil graduado del prestigioso programa universitario de ingeniería del Tri-State College de los Estados Unidos.  Su visión era la de un reformador progresista, una visión demasiadamente parecida a la de nuestro presidente actual.  Y ¿por qué no?  Nuestro presidente actual inicio su vida cívica durante las protestas en contra del supuesto robo de las elecciones presidenciales del 1970.  En ese entonces, Gustavo Petro era pinillista, y quizás, en la actualidad lo sigue siendo, aunque no lo enfatiza, y no comparte las inclinaciones pinallistas sobre el manejo del estado.

La biografía oficial del ex presidente colombiano, Gustavo Rojas Pinilla, la que se encuentra en los archivos oficiales de la presidencia colombiana[3], destaca muchos de sus logros, incluyendo los siguientes:

…. fortaleció la educación popular práctica y tecnológica, la educación rural con nuevas tecnologías agrícolas y la cultura popular. Estimuló los programas de las Escuelas Radiofónicas de Sutatenza y la programación de la televisión educativa, que se inició en Colombia durante su administración. La cultura popular no debía estimularse con medios rudimentarios, sino aprovechando los medios tecnológicos más avanzados: la televisión, la radio, el teatro, la imprenta y todos los medios que llevan a la superación cultural.

…. auspició la construcción de numerosas obras, destacando entre ellas las siguientes: la terminación del ferrocarril del Atlántico; la pavimentación de la mayor parte de las carreteras troncales del país; la creación del SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje), el Banco Popular, el Banco Ganadero; la construcción del aeropuerto El dorado y 18 más; la construcción de acueductos, alcantarillados, avenidas, carreteras y numerosas obras de infraestructura en pueblos de distintas regiones colombianas. Introdujo la televisión en el país, y automatizó la telefonía urbana y rural para el fortalecimiento de las comunicaciones. Durante su administración se terminaron las obras de Acerías Paz de Río y el Hospital Militar. Como buen “maestro”, egresado de la Escuela Normal de Varones de Tunja, Rojas Pinilla se propuso la creación de numerosas escuelas, colegios y universidades; creó, organizó y dio especial apoyo a la Universidad Pedagógica ‘ de Colombia con sede en Tunja, elevando a esta categoría a la antigua Normal Superior Universitaria de Colombia.

Además de lo anterior, otorgó “la amnistía para los alzados en armas, principalmente para los guerrilleros de los Llanos Orientales, Tolima, Antioquia y otros departamentos y territorios nacionales azotados por la violencia”, algo muy parecido a la “Paz Total” a la que aspira el gobierno actual.  Y no se puede olvidar que fue el “dictador” Gustavo Rojas Pinilla, quien les consiguió el voto a las mujeres colombianas.

¿Qué presidente en la historia de nuestro país ha logrado más?[4]

El progresismo demostrado por medio de los hechos mencionados fue su decaída ya que los poderosos habituales de las clases tradicionales, tanto liberales como conservadores, los medios de comunicación más reconocidos y la misma Iglesia Católica lo llegaron a considerar un rebelde intolerable.  Se atrevió a establecer “…. un impuesto sobre los ingresos y sobre el patrimonio golpeando a los sectores más ricos de la sociedad” y …. “[p]ara facilitar el manejo de las licencias de importación creó dos bancos públicos, medidas que los bancos privados consideraron como competencia desleal”.

Para tumbarlo, iniciando en el 1954, se organizaron protestas masivas desde distintas fuentes, pero irónicamente, al final, fueron fomentadas en 1957 exitosamente por la coalición liberal/conservadora denominada el Frente Nacional, una verdadera dictadura bipartidista y excluyente compuesta de los dos partidos responsables por la violencia que inicialmente resulto en su supuesta “dictadura”.  Buscando mermar la violencia, Rojas Pinilla le entrego su autoridad gubernamental a una junta militar el 10 de mayo del 1957, más que un año antes del fin de su segundo periodo presidencial (iniciado en agosto del 1954, por voto de la Asamblea Nacional Constituyente originalmente convocada por el ex presidente Laureano Gómez).

Después de que las fuerzas tradicionales del país resumieron su poder, ya en alianza por medio del Frente nacional, condenaron al supuesto dictador en el Congreso, impidiendo su participación política a futuro (parecido a lo que le paso al actual presidente durante se periodo como alcalde mayor de Bogotá por medios no judiciales en la Procuraduría), pero esa condena fue eventualmente reversada, primero por el Tribunal Superior de Cundinamarca en 1966, y un año después, el 18 de octubre de 1967, la Corte Suprema de Justicia confirmó ese acto judicial.  Ya, de nuevo con derecho a la participación política, el general Rojas Pinilla y sus simpatizantes conformaron un movimiento político llamado Alianza Nacional Popular, la cual tuvo impresionante éxito en las elecciones legislativas del 1968.

En 1970 el ex presidente intento de nuevo ser elegido presidente de nuestra república, pero en una elección sumamente sucia y con resultados posiblemente robados, no se reconoció su victoria.  La dictadura del Frente Nacional no lo permitió.  La falta de fe en la legitimidad de esa elección resulto en la formación del grupo M-19 y la renovación de insurgencia armada en nuestro país.  Nuestro presidente actual fue miembro del M-19, como fueron miembros lideres actuales del partido Alianza Verde y hasta del partido Centro Democrático.  No obstante las calumnias y mentiras con respecto a su naturaleza, el M-19 no era ni nunca fue comunista (una filosofía política que el general Rojas Pinilla detestaba).  Era solo un movimiento insurgente que buscaba un sistema electoral democrático y honesto para Colombia.

Desde entonces, hemos seguido con lo mismo de siempre.  Con la violencia, con la corrupción y con la impunidad.  Y con la inequidad social que ha hecho de nuestra hermosa patria uno de los países más desiguales del mundo.

Ahora, después de más de 65 años, ha vuelto a nuestra presidencia otro Gustavo.  Otro Gustavo con una visión social en demasiados aspectos idéntica al de nuestro “dictador”, Gustavo Rojas Pinilla.  Y, al parecer, nuestro nuevo Gustavo enfrenta la misma oposición, la oposición de siempre.  Y esa oposición, al parecer, usa las mismas tácticas, la calumnia, la mentira y la manipulación.  Tácticas que en el pasado han sido muy exitosas, hasta derrotando un plebiscito para apoyar la paz.

Gustavo Petro mucho se nombra como una especie de heredero a Jorge Eliecer Gaitán y a Luis Carlos Galán, ¿pero qué tal también a Gustavo Rojas Pinilla?  ¿Cuál será el costo que tendrá que pagar el señor Petro por su afán de corregir tantos problemas socio-cívicos y económicos que desde el inicio de nuestra historia como país han atormentado a nuestra sociedad”?  ¿Será que esta vez, el espíritu reformista y progresista, finalmente, después de más 65 años, logrará triunfar?

La verdad es que hoy en día está ocurriendo con el otro Gustavo, Gustavo Petro, lo que ocurrió con Rojas Pinilla con el contraataque de las clases tradicionalmente privilegiadas.  Esas clases corruptas y violentas usaron sus medios de comunicación, la iglesia, la burocracia, los grandes sindicatos y las grandes empresas e infiltrados dentro de la burocracia, y, por medio de la calumnia, la distorsión, la mentira y el soborno, lograron cambiar la percepción del Pueblo, haciéndolo considerar a su héroe, Rojas Pinilla, como un villano corrupto motivado solo por su deseo de agrandarse (realmente los atributos de ellos).  El Frente Nacional logro bloquear la visión pinillista de una Colombia justa, equitativa, libre de corrupción y de impunidad, donde todo colombiano pudiera, si estaba dispuesto a estudiar y trabajar, realizar todo su potencial, y en vez de eso nos dio guerra perpetua, estagnación, drogadicción y gobierno por carteles y mafias.  Bloqueó esa visión por mucho tiempo pero estamos a punto de volver a ponerla en marcha, y eso no les es tolerable a los de siempre, y los de siempre aun controlan los medios de comunicación masiva, mucha de la burocracia, mucha de las fuerzas armadas, mucha de la policía, mucho del ministerio público y mucha de la judicatura, además que mucha de la maquinaria política en cada departamento y cada municipio, pero no toda. 

¿Será que de nuevo nos vamos a permitir traicionar, que de nuevo nos vamos a permitir estancar?  O, será que, aprendiendo del pasado, ¿esta vez no nos permitiremos engañar?  Algo en que pensar, y mucho sobre nuestro pasado sobre el cual reflexionar, mientras de nuevo algunos intentamos lograr una sociedad justa, equitativa, libre de corrupción y de impunidad.  Una sociedad en la cual todo niño y toda niña colombiana puedan lograr todo su potencial, disfrutando de la realización de ese sueño del normalista de la Escuela Normal de Varones de Tunja, el sueño de una Colombia en paz, educada y feliz, beneficiándonos a todos.

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es columnista del noticiero regional, Guasma FM y del periódico regional, el Observador, y edita y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en Substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.


[1] “Dictatoriales” en el sentido que durante su vigencia, se abnegaba el concepto político de división de poderes en diversas ramas, siendo las más reconocidas, la rama legislativa, la judicial y la ejecutiva.

[2] Laureano Eleuterio Gómez Castro, al ser elegido presidente de Colombia en noviembre de 1949 ordeno la convocación de una Asamblea Nacional Constituyente con el fin de cambiar el régimen colombiano a uno afín con el fascismo Español de esa época.  Por razones de salud, Gómez abandonó su cargo como presidente, asignándolo a su designado, Roberto Urdaneta Arbeláez, quien se posesionó el 5 de noviembre de 1951.  El Congreso de 1951 aprobó en primera legislatura el proyecto de acto legislativo por el cual se convocaba una Asamblea Nacional Constituyente y, el 9 de diciembre de 1952, estando encargado ya de la presidencia Roberto Urdaneta, fue sancionada esta convocatoria tras recibir la aprobación en segunda legislatura. Supuestamente no tendría funciones legislativas, las cuales seguirían en manos del Congreso, y no podría modificar el período en curso del presidente, el designado o el Congreso.  En mayo de 1952, el gobierno creó la Comisión de Estudios Constitucionales. Esta comisión terminó sus funciones el 10 de febrero de 1953 y envió al gobierno el proyecto acordado. Éste acogió en parte las ideas propuestas por tal comisión, y en otras hizo modificaciones. El proyecto debía ser sometido a la Asamblea Nacional Constituyente, cuyas sesiones se iniciarían el 15 de junio de 1953. Sin embargo, para esa fecha la situación política había variado fundamentalmente, pues en la antevíspera se produjo un golpe de opinión acelerando las reuniones de la Asamblea Nacional Constituyente para el 5 de junio de ese año, la cual, rechazando el intento de Laureano Gómez de resumir su cargo como presidente el 13 de junio, declaro el 18 de ese mes que el cargo de presidente se había encontrado vacante, habiéndose abandonado tanto por Laureano Gómez como por Roberto Urdaneta, y confirmo al teniente general Gustavo Rojas Pinilla como presidente por medio de una acto legislativo (supuestamente prohibido) con fecha del 18 de junio, para el resto del periodo presidencial que terminaba el 7 de agosto de 1954.  Según el argumento de la Asamblea Nacional Constituyente, el 13 de junio de 1953 había quedado vacante el cargo de presidente de la República por abandono, primero por Laureano Gómez y luego por Roberto Urdaneta y, por medio de resolución legislativa, afirmó: “Que es legítimo el título del actual presidente de la República teniente general Gustavo Rojas Pinilla, quien ejercerá el cargo por el resto del período presidencial en curso”.  Los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente fueron nombrados por el Congreso, por el Presidente ad hoc, por la Corte Suprema y por el Consejo de Estado con la adición de 10 representantes gremiales y su membrecía no era no solamente política sino corporativa con la Andi, Fenalco, la Asociación Bancaria, la Federación Nacional de Cafeteros, las Asociaciones Cooperativas y los Sindicatos representados.  Rojas Pinilla gozaba del amplio respaldo de las fuerzas políticas, económicas y religiosas del país, y de la misma Asamblea Nacional Constituyente.  La anterior información fue derivada principalmente desde Ayala Diago, César Augusto (2017, rev. 2022): “El cierre del congreso de 1949: Un Decreto de Estado de Sitio dejo a los congresistas en la calle”;  Biblioteca Virtual/Credencial Historia/Numero 162;  Banrepcultural, la red cultural del Banco de la Republica de Colombia.  Bogotá.  Y, de Gómez Latorre, Armando (1991): “La Constituyente de 1952-54”; El Tiempo, 19 de febrero 1991; Bogotá.

[3]Gustavo Rojas Pinilla”, Republica de Colombia, Sitio de archivo de la Presidencia, 2002-2010, disponible en el Internet al http://historico.presidencia.gov.co/asiescolombia/presidentes/55.htm, acceso el día 5 de junio, 2023.

[4] Y no era militar de desfiles, como son tantos de los hijos de los poderosos tradicionales, los pocos, quienes, por meras apariencias, prestan servicio militar.  Sirvió en la guerra entre Colombia y el Perú y como representante de Colombia al alto mando de las Naciones Unidas durante la acción militar en Corea.  En 1936 fue enviado a Alemania para investigar la producción de municiones y, ascendido a mayor del ejército, cuando regreso a Colombia fue nombrado jefe del departamento técnico de la fábrica de municiones.  En 1942 fue nombrado director de la Escuela de Artillería, en 1944 fue nombrado subdirector de la Escuela de Guerra y en 1945 fue nombrado director de la Aeronáutica Civil.  A finales de 1946, el entonces coronel Gustavo Rojas Pinilla fue nombrado comandante de la Primera Brigada con sede en Tunja, su ciudad natal, y en 1948, fue nombrado comandante de la Tercera Brigada en Cali.  1949 vio su ascenso al grado de general de la República y el año siguiente, fue encargado de la Dirección General del Ejército Nacional.  En diciembre de 1949, el presidente Mariano Ospina Pérez lo nombró ministro de Correos y Telégrafos.

Contexto sobre el caso penal actual en contra del ex presidente de los EE.UU., Donald John Trump

Las circunstancias actuales del expresidente Trump son muy confusas, pues los reportes en los medios periodísticos tradicionales en los EE.UU. carecen totalmente de objetividad, y, además, la personalidad del expresidente es tan desagradable, que es difícil tenerle compasión, o, aún más importante, comprensión.  Pero para colombianos, algunas analogías serian útiles.  Tiene, en algunos aspectos, la personalidad agresiva del ex senador uber-uribista del Centro Democrático, Carlos Felipe Mejía Mejía, pero es sujeto de la guerra sucia, político-jurídica, al cual fue expuesto el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro.

El señor Trump acaba de haber sido formalmente acusado por un fiscal de condado dentro de la ciudad de Nueva York de haber cometido 34 delitos penales de rango mayor.  Todos tienen que ver con un pago acordado para darle fin a las acusaciones de la señora Stephanie Gregory Clifford, una ex estrella de pornografía usando el nombre “Stormy Daniels”, de haber pasado una noche con él cuando, aunque casado, él era ciudadano privado.  Normalmente, eso se llama extorción y la criminal habría sido ella, pero este caso es, por razones plenamente políticas, diferente.  La verdad es que los supuestos delitos jamás han existido en la jurisprudencia estadounidense, son una innovación del fiscal centrada en la forma en la cual los gastos fueron reportados, no como donaciones de Trump a su propia campaña, sino como gastos empresariales o personales.  Si eso fuera un delito, entonces casi todos los políticos estadounidenses deberían estar encarcelados, en especial, importantes adversarios de Trump, pero al parecer, eso no importa.  Ni importa que al final se encuentre inocente.  Se espera que la mera acusación tenga las consecuencias deseadas.  Una victoria electoral en el 2024 para alguien más de acuerdo con las políticas neoconservadoras actuales.

Y ¿por qué?  Trump es claramente un capitalista neoliberal.

Pues, porque el ex presidente Trump lidera las encuestas sobre quien será el proximo presidente de los EE.UU., y eso le es intolerable al partido Demócrata y a Republicanos tradicionales, no por su supuesta conducta personal inmoral, eso es asunto entre él y su esposa, pero porque Trump está en desacuerdo sobre la guerra en Ucrania, quiere acabar con el OTAN, y también, piensa que las enormes cantidades de dinero que se gastan en armamentos, en bases militares en otros países, y en intervenciones en asuntos extranjeras debían reducirse considerablemente, con los ahorros usados para mejorar la infraestructura doméstica, rebajar los impuestos cobrados a los ciudadanos estadounidenses y reducir al cero, la deuda nacional.

Para los poderes que realmente controlan el estado norteamericano (los cuales el heroico ex general y ex presidente Dwight David Eisenhower denomino “el complejo militar/industrial”), eso sería intolerable ya que esa “empresa” les da a ellos y a sus aliados ganancias billonarias cada año.  Entonces, como en el caso del actual presidente colombiano, los opositores del señor Trump buscan destruirlo políticamente por medio del abuso constante del sistema jurídico por medio de fiscales Demócratas en varios estados, en especial en Nueva York y Georgia, y en la fiscalía nacional, usando todos los recursos disponibles en el sistema penal para encarcelarlo y de esa manera, inhabilitarlo de participación en la política.  Eso no obstante las mucho más serias acusaciones por personas con mucha más credibilidad, contra el actual presidente Biden (acusado por una de sus asistentes de asalto sexual), contra su hijo Hunter y su hermano Jimmy, contra la fundación Clinton, la cual, al parecer vendió por millones de dólares, acceso a funcionarios del gobierno durante la administración Obama, y contra la campaña presidencial de Hillary Clinton, la cual invento, en forma pagada, el falso escándalo denominado “Russiagate”, el cual afirmaba que fueron los rusos los quienes, en forma ilegal, lograron la elección de Trump en el 2016.

En el caso del presidente Petro, la Corte Interamericana de Derechos Humanos evito que fuera exitoso el malintencionado plan para negarle al Pueblo colombiana el derecho de elegir a quien les parecía ser el mejor candidato como su presidente, pero nada de ese índole existe con respecto al señor Trump, quien está a la merced de jueces y fiscales designados por sus enemigos, y una prensa que lo odia.

No es que el señor Trump sea buena persona, o siquiera decente, pero en una democracia, una democracia de verdad, como ocurrió en Colombia, lo que le está pasando al señor Trump no se debería tolerar.

Se ha de notar que intenté publicar este artículo en Facebook, pero que fue prohibido inmediatamente, supuestamente por violar los normas comunitarios contra la desnudes.  Juzguen ustedes mismos que hay en este artículo sobre ese tema, y luego, pregúntense que está pasando, y por qué.

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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es editor y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en Substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuàntico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

En el Día Designado Internacionalmente para Honrar a los Hombres

Es el 19 de marzo del 2023, un domingo y un día supuestamente designado internacionalmente para honrar a los hombres, pero como feriado, es una especie de fracaso. No es un gran día para floristas o para dueños de restaurantes, ni para ventas comerciales ni para reservas festivas. Pero tal vez sea significativo si nos tomamos un momento para reconocer a nuestros hermanos varones menos afortunados. Y hay tantos Y con demasiada frecuencia, los días festivos, en lugar de ser días felices, son los días más llenos de remordimientos, nostalgia y melancolía.

Entonces… hoy, yo estoy pensando en todos los hombres que trabajan diligentemente para mantener y proteger a sus familias, pero que son despreciados por no pasar suficiente tiempo de calidad en casa, y en aquellos hombres que, sin culpa propia, han sido separados de sus familias y han perdido todo lo que alguna vez acumularon, que viven lo que les queda de la vida solos, y a aquellos padres que, después de una relación fallida con sus esposas, se encuentran alejados de sus hijos.

Por supuesto, hay otra cara de esa triste moneda, hombres que son apreciados y amados por sus familias, amados por sus esposas y admirados por sus hijos, pero lamentablemente, en el mundo disfuncional de hoy, son la excepción y no la norma. Y por supuesto, hay muchos hombres que, por su conducta, merecen su destino; pero también, demasiados que no.

Es un problema que no se ve afectado por la raza, la religión, el origen nacional o las tendencias políticas… simplemente lo es, y hay pocos grupos de apoyo para ayudar a estas víctimas a sobrellevarlo, ni series de entretenimiento para resaltar el problema, ni campeones visibles para resaltar y mejorar su situación, o legisladores que buscan reformas legales y judiciales para resolver la tragedia social que representan.

Solo unos pocos de nosotros que, de vez en cuando, recordamos y reflexionamos.

Algo en lo que pensar mientras este supuesto día festivo se vuelve gris.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. En la actualidad, es editor y publica la revista virtual, The Inannite Review disponible en https://guillermocalvomah.substack.com/.  Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Sin embargo, también está fascinado por la mitología, la religión, la física, la astronomía y las matemáticas, especialmente en lo relacionado con lo cuántico y la cosmogonía.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Observaciones con respecto a la decisión del Tribunal Interamericano de Derechos Humanos en el caso de la Unión Patriótica versus el Estado Colombiano

Hoy, 30 de enero del 2023, soy orgulloso de ser Latinoamericano donde, quizás más que en cualquier otra parte del mundo, existe una institución supraestatal realmente dedicada a la protección de los derechos de nuestros pueblos y de sus miembros en frente a la corrupción, la ineptitud y la violencia de los gobiernos de turno que por siglos han manejado nuestros estados, al servicio de potencias extranjeras.  La verdad es que hoy en día, cuando la hipocresía y la mentira son rey y reina en casi todo nuestro planeta, y en especial en esos países del norte que se autoproclaman moralmente superiores, quizás solo en la América Latina realmente se está logrando progreso en la gran batalla, quizás iniciada al inicio de la Revolución Francesa, para lograr el respeto a la dignidad del individuo, a la dignidad de las minorías y la dignidad de quienes son diferentes o creen en formas diferentes a las establecidas por las tradiciones elitistas.

Una horrible injusticia ha sido, por lo menos reconocida, y algo de culpa algo asignada, aunque dirigida a un Estado Colombiano que ha iniciado un profundo intento de cambiar.  Pero la justicia clama por procesos externos con respecto a esos países extranjeros responsables por tantas instancias bárbaras en nuestro continente (y en otros), y clama por procesos internos que realmente les fijen la responsabilidad a los individuos involucrados en esos crimines, y en sus familiares quienes gozaron y gozan de los beneficios ilícitamente robado de las víctimas y de los inocentes del Pueblo Colombiano.  Procesos parecidos a los que se utilizaron ante los tribunales de Núremberg después de la Segunda Guerra Mundial, aunque esos casos eran casi totalmente hipócritas, como fueron los países aliados que los orquestaron como una forma de entretenimiento, mientras ya planeaban crimines parecidos en contra de miles de millones de futuras víctimas del neoliberalismo impuestos por medios neoconservadores.

Soy orgulloso también de ser colombiano en la nueva Colombia en desarrollo, aunque me da enorme vergüenza del Estado Colombiano de ayer.  Y también, desde mi parte personal, me duele  haber estado por fuera de mi Patria por tantas décadas cuando, como los integrantes de la Unión Patriótica y otros grupos realmente cívicos que estaban pagando con sus vidas, yo debía de haber estado aquí, luchando a su lado para obtener la justicia y el bienestar común que merece todo colombiano.

Pero ahora, en esta nueva Colombia, todos podemos unirnos con la Unión Patriótica y con los otros numerosos movimientos sociales, culturales, indígenas, afrodescendientes y políticos afines, y con las numerosas víctimas de nuestros injustos conflictos (hasta ahora perpetuos), para por fin, empezar a extinguir a la violencia, y a la impunidad, y a la inequidad, y a la desigualdad, y a la injusticia, y a la intolerancia hacia perspectivas diferentes, y a la ineptidud de quienes nos gobiernen y de los supuestos servidores públicos que se creen superiores a su Pueblo.

El 30 de enero del 2023: un día para reflexionar y para dedicarnos a realizar la Colombia que todos merecemos.  Un día para recordar siempre, entendiendo las complejas emociones que debemos estar sintiendo, una síntesis de orgullo, alegría, vergüenza, remordimiento y dedicación.

Guillermo Calvo Mahé

Otra misiva de Casandra de Troy

Una diatriba en mi menor sostenido

Mientras investigaba sobre una “reflexión sobre la sensibilidad, la autoconciencia y su posible existencia en formas no biológicas”, encontré la siguiente información, sin duda en un artículo de Wikipedia (un punto de partida para la investigación en lugar de una fuente confiable). Lo comparto porque gran parte de la información que recibimos carece de contexto, quizás deliberadamente, para manipular dicha información con fines electorales y no meramente políticos, es decir, para manipularnos para perpetuar bloques de poder específicos, en la mayoría de los casos, aparentemente sistemas neoliberales que utilizan tácticas neoconservadoras para sus propios fines egoístas, sin importar los costos para otros (Ucrania es el ejemplo más evidente en la actualidad).

Debido a la naturaleza de la siguiente información, me apresuro a indicar que soy muy consciente del medio ambiente y no soy un negador del cambio climático (ciertamente, una frase diseñada para reprender y menospreciar a quienes niegan la existencia del cambio climático). Reconozco que soy un verdadero izquierdista (no la variante falsa de supuesto liberal o supuesto progresista a la que se refieren con tanta frecuencia los medios corporativos y la mayoría de los partidos políticos tradicionales de hoy), pero no reacciono con mis ojos cegados ni con mis oídos cuidadosamente tapados para que mi mente pueda permanecer bien sellada.

De todos modos, … según la siguiente cita de un artículo genérico sobre la evolución de nuestro planeta (que se puede encontrar en https://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Earth): “Se estima que el 99 por ciento de todas las especies que alguna vez vivieron en la Tierra, es decir, más de cinco mil millones [de ellos] se han extinguido. Las estimaciones sobre el número de especies actuales de la Tierra oscilan entre 10 y 14 millones de las cuales alrededor de 1,2 millones están documentadas, pero más del 86 por ciento no han sido descritas. Sin embargo, recientemente se afirmó que un billón de especies viven actualmente en la Tierra, y que de ellos solo se describe una milésima parte del uno por ciento”.

Nosotros, los humanos de hoy, somos en nuestra mayor parte antievolutivos en nuestras propias interacciones, en nuestra ética y en nuestra moral, rechazando los postulados de la naturaleza sobre la “supervivencia del más apto” que históricamente han defendido otros humanos que encontramos reprobables (más recientemente, los nazis y sus aliados).  Por lo tanto, rechazamos descartar a los enfermos y discapacitados y buscamos, a través de medios sociales, nivelar el campo de juego aparentemente establecido por la naturaleza, buscando, por ejemplo, eliminar la relevancia de la salud, del género y de diferencias raciales. También somos aparentemente antievolutivos con respecto a evitar los factores naturales que conducen a la extinción de especies en los reinos animal y vegetal.

Admito que, emocional e intelectualmente, estoy de acuerdo con esas creencias antievolutivas. Pero, la información citada arriba me preocupa. Debo admitir que nosotros, que afirmamos amar a Gaia y respetar y buscar proteger la naturaleza, parecemos estar haciéndolo en total oposición a las tendencias “naturales” históricas, en esencia, habiendo decidido que sabemos más que la naturaleza, y que somos más morales que la naturaleza, y que nuestro papel en el esquema de las cosas es corregir las tendencias erróneas de la naturaleza, un trabajo que no estamos haciendo muy bien, quizás, porque en lugar de haber alcanzado un consenso real, estamos irremediablemente polarizados, tirando en innumerables direcciones opuestas y, como ratones de Noruega confundidos, aparentemente dirigiéndonos desesperadamente hacia nuestra perdición como especie. Tal vez una fatalidad de la cual naturaleza disfrutaría.

Aun así, amo a nuestra especie y, como individuo, tengo la intención de hacer lo que pueda para evitar lo que, para un observador externo (si hubiera alguno), parecería nuestro destino obvio si demostramos ser incapaces de cambiar drásticamente de dirección. Eso me lleva a reflexionar que la mayoría de nuestras filosofías actuales y creencias arraigadas necesitan una reevaluación fundamental, basada no en lo que deseamos que la verdad sea, sino en la verdad, sin adornos.

Con frecuencia escribo sobre las falacias de las creencias populares sobre la naturaleza de la “lógica”, interpretaciones en las que “la lógica se percibe como un método para probar la precisión, cuando, en verdad, es solo el medio de una ecuación casi matemática que se puede reflejar de la siguiente manera: premisas + hechos x lógica = conclusiones. Si alguno de los componentes es defectuoso, la ecuación no solo es inútil, sino peligrosa. Los dos elementos con mayor probabilidad de ser defectuosos son las premisas y los hechos. Pero incluso cuando es defectuoso, tiene un aspecto empírico autocorrector si nos enfrentamos a la realidad. Si la “conclusión” a la que se llegó no funciona a pesar del preciso uso del componente lógico, entonces sabemos que las premisas o los hechos fueron inexactos y debemos reconocer que necesitamos volver al tablero de dibujo metafórico. Desafortunadamente, eso es algo que nosotros, como humanos, detestamos hacer, teniendo una aversión casi instintiva a admitir que nos hemos equivocado. Los errores, cuando son reconocidos y adecuadamente analizados, son las mejores herramientas para aproximarnos a la verdad, son los mejores maestros y probablemente nuestras experiencias más valiosas. Pero son una herramienta que ignoramos por lo cual nos lleva, como especie, a donde nos encontramos: una carrera miope hacia un callejón buscando la suicida sin salida.

Eso bien puede ser lo que quiso decir uno de nuestros genios más brillantes e intelectualmente flexibles cuando describió la locura como “hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Algo especialmente peligroso en lo que pasa por democracia pero que en realidad es simplemente un medio para mantenernos calmados mientras los peores entre nosotros nos mantienen controlados. ¿Imagínese un supuesto sistema libertario donde las opiniones están estrictamente controladas a través de la censura supuestamente esencial en la búsqueda de la verdad?  Bueno, tal vez “imaginar” fue una mala elección de palabras. Ahí es exactamente donde nos tiene nuestra cultura actual de moda, “los supuestamente despiertos, que se sienten bien despreciando a otros señalándose de virtuosos”.  Nunca encontraremos nuevas soluciones alternativas a nuestra miríada de problemas cerrando apertura a tantas mentes como sea posible, castigando y ridiculizando puntos de vista alternativos, destruyendo lo que pasa por historia en favor de narraciones que encontramos más aceptables.

Una de las cosas que encuentro más frustrante en nuestra búsqueda para resolver nuestros problemas es que no hay escasez de soluciones viables, solo de la voluntad de implementarlas. Las soluciones son, como muchas invenciones útiles patentadas, no para ser utilizadas sino para ser almacenadas en una búsqueda suicida por un flujo de ingresos rentables; un pivote delirante hacia vivir el momento y, como dijo el rey francés Luis XV: “dejemos que nuestros descendientes enfrenten la tormenta”, algo que su descendiente inmediato, Luis XVI y su familia, sin duda experimentaron durante la Revolución Francesa.

Es subestimar enormemente el caso describir nuestros medios de comunicación actuales a través de las redes sociales y corporativas como “problemáticos”.  Son el veneno diseñado para destruir a aquellos que son los más capaces de guiarnos hacia la equidad, la justicia, la paz y la economía sostenible y, por lo tanto, es muy probable que esos medios aseguren que no estaremos vigentes mucho más tiempo, que no estaremos presentes para estropear el ritmo lento pero constante de la naturaleza hacia sus propias metas y aspiraciones, con o sin nosotros.

Algo sobre lo cual reflexionar mientras somos impulsados colectivamente hacia nuestra propia perdición.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2023; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Refracciones en un día a principios de un otoño

Hoy amaneció hermoso aquí en la ciudad en el cielo, la ciudad enclavada a los pies del Cumanday en la cordillera central de los Andes colombianos, aunque, como desde hace unos días, yo amanecí con una aprensión indefinible, quizás por los acontecimientos mundiales y por el horrible estado de mi patria adoptiva (y ahora algo abandonada) en el norte. Una tierra y un pueblo que también amo profundamente.

Colombia parece estar embarcada en un renacimiento, un período de ilustración y, tal vez, incluso de gobernanza ilustrada. Gran parte de su polarización se ha evaporado, casi de la noche a la mañana, una señal de esperanza para el mundo entero, el cual, en su hemisferio norte, parece sumido en el odio, la animosidad y la competencia beligerante.

Sin embargo, vivo en ambos mundos y, como en el caso de las manzanas, lo malo afecta negativamente a lo saludable.

Así, a pesar del hermoso amanecer, las sombras de nubes oscuras que obscurecen la tierra donde residen mis hijos, lejanos y silenciosos, impactan hasta los días más brillantes en este paraíso renaciente.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2022; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Una medida de tiempos tristes

Él es muy sensible a todo tipo de estímulos externos, los interioriza y, tras una profunda reflexión, algunas veces los sintetiza y, en ocasiones, capta una mentira ociosa. Y el ama la música, la considera el lenguaje primordial, el lenguaje más eficaz, el que habla directamente al alma. Pero por alguna razón, últimamente, no ha querido prestarle atención. Un afirmativo querer de no escucharla. Y está perplejo, no entiende el porqué. Pero, en la actualidad, hay tantas cosas que simplemente no puede comprender.

Tal vez tenga algo que ver con el estado del mundo. Con la escasez de la verdad y la omnipresencia del vitriolo y la violencia.

Él ha creído durante mucho tiempo que la música, sin palabras, rara vez miente, excepto quizás la música marcial. En ese caso, es como si la música se viera obligada a actuar.  Como una hermosa mujer siendo violada. Los himnos nacionales tienden a seguir ese patrón, al menos con frecuencia. Desafortunadamente, él ha llegado a sentir que, como un virus, ese patrón se está propagando. Los jingles de marketing, por supuesto, casi siempre mienten, al igual que sus variantes políticos. Y en la actualidad, esos últimos parecen estar superando la hermosa música instrumental, las sinfonías y boleros y los variantes de flamencos de inspiración gitana.

Aparentemente, las palabras pueden pervertir cualquier cosa, y a él se le ocurre la sabiduría popular que afirma que el discurso evolucionó para facilitar el engaño y, por lo tanto, por supuesto, la profesión legal, y la del periodismo y de la política.  ¿Pero que de la poesía?

Con mucha tristeza él se ha dado cuenta de que la verdad no siempre es bella y que la belleza es con demasiada frecuencia deshonesta. Incluso, él supone, también en lo que se refiere a la música. Quizás es esa epifanía lo que lo tiene deprimido. Tal vez sean reflexiones como estas las que confunden y bloquean su amor instintivo, de hecho su necesidad, por la música.

Una medida de tiempos tristes.

Quizás eso es lo que Don McLean sintió cuando escribió su épica y segunda mejor canción (Vincent era la mejor), … sin darse cuenta.

“Hace mucho, mucho tiempo, todavía puedo recordar cómo la música solía hacerme sonreír…”.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2022; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista, analista político y académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas (del Citadel, la universidad militar de la Carolina del Sur), derecho (de la St. John’s University en la ciudad de Nueva York), estudios jurídicos internacionales (de la facultad posgrado de derecho de la New York University) y estudios posgrado de lingüística y traducción (del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida).  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.

Reflexiones mientras espero el amanecer en un día aparentemente crítico en la historia de Colombia, 19 de junio de 2022

No puedo dormir.  Todavía no son las 4:00 a. m., pero llevo varias horas despierto esperando las elecciones presidenciales de Colombia. De un lado, camuflados, están las élites tradicionales de Colombia: los partidos tradicionales; los medios de comunicación corruptos, propiedad de la clase multimillonaria; el Estado colombiano; y, la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos.  Todos respaldando una versión del Sr. Burns de los Simpson.  Un hombre orgulloso de haber estafado a los pobres como la mejor manera de aumentar su fortuna, un hombre que promete aumentar la jornada laboral a diez horas y reducir el almuerzo a media hora, un hombre que orgullosamente se negó a rescatar a su hija secuestrada por quién sabe quién (la insurgencia a la que acusa siempre admite con orgullo sus secuestros pero ha negado su participación), un hombre quien ha proclamado públicamente su admiración por Adolf Hitler, y un hombre quien, a pesar de estar bajo serias investigaciones por numerosos casos de corrupción, basa su campaña en la lucha contra la corrupción y la impunidad.

Ese hombre logra combinar todas las cualidades negativas de Donald Trump (su personalidad y tendencia a la jactancia), de Joe Biden (su ineptitud y corrupción, incluido un clon de Hunter como hijo), del brasileño Jair Messias Bolsonaro y del filipino Rodrigo Roa Duterte. Tal vez incluso un rastro de Kim Jong-un de Corea del Norte. En la medida en que los anteriores tienen cualidades positivas, él no comparte ninguna.  No obstante, dado el apoyo total de los medios de comunicación corporativos, en especial de la Revista Semana, las cadenas radiales RCN y Caracol, y el periódico El Tiempo, todos al estilo de los Estados Unidos, y el posible fraude electoral, ese hombre se ha convertido en un posible vencedor.

La conclusión que me ha reforzado lo anterior es que la política actual no se trata de izquierda contra derecha, sino de poder estatal profundo, esa combinación de funcionarios gubernamentales y medios de comunicación corruptos al servicio de los multimillonarios que los adueñan, contra cualquiera que amenace su control del poder, ya sea desde la derecha, como lo hizo Donald Trump en los Estados Unidos, o desde la izquierda, como pretendió hacer Bernie Sanders en Estados Unidos y ahora busca hacer Gustavo Francisco Petro Urrego, un populista de izquierda en Colombia. Pero también que los estados profundos son camaleones sin ningún problema, a pesar de los hechos evidentemente obvios, en presentarse como los vehículos para el cambio y los campeones de la lucha contra ellos mismos, es decir, los detentadores tradicionales del poder totalmente corruptos.

Es difícil imaginar a dos personas más diferentes que Donald Trump y Gustavo Petro, ya sea medido por sus temperamento, por sus antecedentes o por sus políticas, excepto que ambos abogan por evitar conflictos armados y gastos de defensa descontrolados, y ambos desafían el statu quo.  Pero las armas utilizadas contra cada uno son virtualmente idénticas. Una campaña mediática las 24 horas del día, los 7 días de la semana, de distorsiones y mentiras descaradas diseñadas para generar miedo, aversión y odio; un voto por cualquiera menos por ellos, sin importar cuán horrible sea; y una profunda creencia de que no es necesario engañar a todo el electorado todo el tiempo (parafraseando a Lincoln), sino solo a una parte suficiente del electorado durante los días de elección. El cinismo es la clave, el cinismo ligado a la credulidad. Y la credulidad no es sinónimo de falta de educación o cognición, funciona independientemente de la educación o del intelecto.

Como ocurría en la época de Julio César hace dos mil sesenta años, los más malvados entre nosotros se describen a sí mismos como los “boni” (los buenos), mientras que aquellos que buscan mejorar la suerte de la gran mayoría son catalogados como malos. . Aparentemente, con demasiada frecuencia es cierto que “cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual”, pero “con demasiada frecuencia” no es lo mismo que “siempre”. Gran parte de la América Latina ha despertado y ha olido a las rosas, o al menos al café, y regímenes corruptos han sido derrocados, al menos temporalmente, en Honduras, Uruguay, México, Chile, Perú, Bolivia y Argentina. Brasil y Colombia pueden buscar unirse a ellos. Los votantes en Ecuador pensaron que lo habían logrado, solo para que las agencias de inteligencia de los Estados Unidos detuvieran la marea con fajos de efectivo, como suelen hacer en todas partes, incluso en los mismos Estados Unidos.

Entonces, en unas doce horas (ahora son las 5:30 a. m.) veremos si, como en 1970, el estado profundo colombiano con la ayuda de Estados Unidos, logrará robarse otra elección presidencial, o si demasiados colombianos se negarán a dejarse intimidar, se negarán a aceptar un fraude electoral a gran escala, mucho más difícil en Colombia que en Estados Unidos. En Colombia, por lo menos, requerimos la identificación de los votantes y la entrega de boletas solo en sitios electorales monitoreados.  Pero no es imposible: las autoridades electorales colombianas se han negado a cumplir con los requisitos legales de que los participantes electorales puedan auditar el software electoral, una táctica copiada de las prácticas estadounidenses en 2020.

Entonces, como muchos otros en Colombia, tanto los sabios como los engañados, paso una noche sin dormir preguntándome qué traerá el mañana, qué traerán los próximos cuatro años. Incluso si la democracia prevalece, como vio Estados Unidos durante el período que comenzó en 2016, los estados profundos nunca duermen y nunca se rinden, y no hay absolutamente nada que no hagan para mantenerse en el poder.

Pero donde hay vida, hay esperanza, y todavía queda bastante vida aquí.
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© Guillermo Calvo Mahé; Manizales, 2022; todos derechos reservados.  Permiso para compartir con atribución.

Guillermo Calvo Mahé es escritor, comentarista y analista político, y, académico residente en la República de Colombia. Aspira ser poeta y a veces se lo cree.  Hasta el 2017 coordinaba los programas de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales. Tiene títulos académicos en ciencias políticas, derecho, estudios jurídicos internacionales y estudios de lingüística y traducción.  Puede ser contactado en guillermo.calvo.mahe@gmail.com y gran parte de su escritura está disponible a través de su blog en https://guillermocalvo.com/.